Dicen que quieren hacer veinte mil pisos nuevos en València los próximos años. Como casi un tercio de las viviendas de València están vacías, creo que eso es como venderles hielo a los esquimales después de haberlos convencido de que es lo que más falta les hace. A lo mejor en eso consiste el comercio y la riqueza de las naciones, que decía el otro.
El caso es que albañiles hay, pero no salen de casa o de su estupor tras un paro prolongado, y hay que ir a buscarlos a Cuenca, Albacete y Teruel donde no sobra la gente, a ver si los van a dejar sin contingente humano.
Antes nada y ahora todo son prisas, a ver si nos calmamos todos. Hablo con un pequeño empresario de la construcción de la Serranía y me dice que no consigue personal aunque el salario que ofrece no es malo. Estarán esperando a que sea mejor: llegó a ser magnífico cuando un encofrador ganaba más que un astronauta, que llega más alto y más lejos que el encofrador.
No sé que leyes rigen en otros países, pero me temo lo peor. Aquí ya han aparecido de no sé donde -no creo que sea de Teruel- una turbamulta de reclamantes que exigen, sólo, 1.300 millones de euros por no poder urbanizar un total de 34 quilómetros cuadrados -han leído bien-, es decir que recalificaron preventivamente cuando ya no se construían ni casetas de perro para cuando aparecieran los primeros signos de animación poner la mano a ver si cae algo. En lugar de echarles los millones creo que habría que echarles los perros (de las casetas), no sé, no me hagan caso quizás esté de mal humor.
Decía lo de las leyes porque en España envuelven en mimos y besitos al banquero y al promotor como si en vez de empresarios, que pueden perder, fueran párvulos, que se pierden pero que hay que salir a buscarlos, es lo correcto. Es estos casos, el concepto lucro cesante es tan amplio que impide la adaptación a nuevas, presentes o futuras leyes que reflejen otro modo de ver las cosas, otras mayorías. Toda una minoría de bloqueo.
