Más pendiente de la sociedad que nos toca vivir que de si mismo este Alvaro de Luna que se nos ha marchado era más un ciudadano atento a lo que nos pasaba y por qué nos pasaba que un intérprete vanidoso de la vida.

La moderación formaba parte de su estilo porque su talento le imponía el equilibrio para juzgar y la fortaleza para ver y exigir.

Claro que fue un artista, y muy buen artista, pero siempre estuvo atento a la voz de los otros con la generosidad que su humildad le imponía. Acaso porque a la vanidad le dio siempre poco mérito. Y si amó el arte es porque reconocía en el cine, en el teatro o en la televisión un modo de servir y de servirse.

Cultivó el talento con la sencillez que daba a su modo de pensar desde el afecto, desde la generosidad y la bonhomía, pero no lo tuvo escaso para el don de la interpretación, para su amor por el cine o la televisión y al final hasta por el teatro.

Al rigor en lo que hizo y al entusiasmo que puso siempre en el arte añadió su capacidad para el afecto, su bonhomía y su entrega a la sociedad con la que se sentía comprometido. Cuando aún se hablaba de compromiso y de entrega a los demás desde las pantallas, este Álvaro de Luna, bien humorado y generoso, era ese artista tan dispuesto a escuchar como a comprometerse. Acaso no sea tan importante resaltar su modo de empeñarse con una sociedad que había de luchar por sus valores como destacar su condición de actor plural, capaz de aglutinar distintas voces y miradas con talento, pero es que creo que el arte y el compromiso estaban tan unidos en él porque la sabiduría le permitía retratar la vida y retratarse en ella. Era imposible no atender a la voz de este actor que nos invitaba a vivir con su propio entusiasmo y no conducía a exigir con su misma bravura.

Tener a su lado a una mujer como Carmen Barajas fue un privilegio para él y para todos los que lo quisimos. Seguro que su bonhomía pudo crecer con la de ella.

Ahora, junto al mar de Dénia, donde tanto gozó de la vida, con compañeros como el actor José Manuel Cervino, optamos por el recuerdo que merece, aunque todo recuerdo sea al fin escaso. Lloró mucho por la marcha de los que quiso, algún actor valenciano entre ellos, y toca llorar por él en este día.

Adiós, querido Álvaro, desde la València que te recuerda como hijo propio.