la prostitución es violencia contra las mujeres. En el mundo se prostituyen entre 40 y 42 millones de personas, el 90% son mujeres o niñas y la mayoría (75%) con edades entre los 13 y los 25 años. En España unas 45.000 mujeres y niñas se encuentran en situación de prostitución. Nueve de cada diez controladas por un proxeneta.

La prostitución está íntimamente ligada a la cultura patriarcal y en los últimos años se ha convertido en el segundo negocio más lucrativo del mundo, sólo detrás del narcotráfico, generando 5 millones de euros al día en España. Un gran negocio producto de las desigualdades de género y socioeconómicas que cuenta con sus propios planes de marketing, de lavado de imagen, labores de lobby y complicidades en el ámbito jurídico y policial.

Se calcula que casi un 40 % de hombres han pagado alguna vez por tener sexo con una mujer que no les deseaba. Un amigo, un compañero de trabajo, un hermano, un marido o un padre. Pongamos las cosas en su sitio. El concepto de sexo implica una reciprocidad en el deseo y el placer. Dar y recibir placer, por definición. Sin nuestro placer, el de las mujeres, no es sexo, es otra cosa. Es un grandísimo negocio y es violencia sexual.

El patriarcado y el neoliberalismo están fuertemente aliados para plantear el debate de la prostitución en términos de libertad de elección y de regulación económica y laboral: no caigamos en esas trampas. Quienes defendemos la justicia social, la igualdad de oportunidades y los derechos humanos tenemos que ser capaces de reconocer las estructuras de opresión ejercidas sobre las mujeres en sus múltiples formas. Sobre todo hemos de ser coherentes. Si combatimos la mercantilización y explotación de los cuerpos de las mujeres, tanto como reclamo publicitario o como recipientes reproductivos para engendrar y parir para otros, no podemos sino rechazar la prostitución como expresión máxima de la conversión de los cuerpos de mujeres en pura mercancía.

¡Es tan frívolo situar el debate de la prostitución en el reconocimiento de derechos laborales cuando la inmensa mayoría de casos son trata para la explotación sexual! ¿A quién beneficia? A las mujeres no. Una supuesta regulación de la prostitución no impedirá que sigan siendo captadas, denigradas, amenazadas, agredidas, coaccionadas. No cambiará el hecho de que se las trate como carne humana a la que hay que sacar la máxima rentabilidad en el menor tiempo posible. No hará caer las grandes tramas de tratantes ni reducirá el número de puteros que consume mujeres. Todo lo contrario.

No podemos continuar siendo cómplices de un sistema prostitucional que vulnera gravemente los derechos y libertades de las mujeres. Desde el feminismo político hemos de exigir al estado español que asuma su responsabilidad de acabar con esta lacra. La prostitución es producto de la desigualdad y la opresión de género y genera un gigantesco entramado de delincuencia organizada. Hemos de abordarla como lo que es: una de las manifestaciones más graves de violencia contra las mujeres. A por ello.