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Gabardina disidente

A mi madre era casi imposible timarla al comprar una prenda, en especial un abrigo o una trenka para sus hijos. Consumía una mañana entera en la ciudad, entraba en una docena de tiendas, inspeccionaba con sus ojos de miope cada pieza potencial y preguntaba a los dependientes hasta la extenuación (mía). Es normal: se trataba de una inversión. Las prendas de abrigo son muy familiares, luego llega la fantasía y lo fastidia todo.

Sí, yo también soñé con llevar una gabardina de conspirador, de disidente chic, como la que sabía llevar Jorge Semprún o el padre de Sergi Pàmies, el dirigente comunista Gregorio López Raimundo. A mi padre, que era bajito, fuerte y fibroso, le sentaba prodigiosamente bien todo: las gabardinas, los sombreros y los chalecos. Como soy de pata corta y pícnico, mi madre descartó, con buen criterio, la gabardina, pero yo soy empeñoso así que compré dos en EE UU, en una tienda de Army & Navy, además de una camiseta de tirantes de tanquista alemán.

Una gabardina era corta, negra y ligera y, como la camiseta, la usé muchos años. La otra era larga, como de Sam Spade, y al pasar por cierta calle de l´Eixample, a un tipo que me miraba desde la acera de enfrente, le dio un ataque de risa. Estuve a punto de atacarle, pero hice algo mucho mejor: mirarme. Parecía una mesa camilla con faldón y las patas aserradas.

Así, a pura hostia, es como se aprendemos las cosas los obcecados. En cambio y sin proponérmelo, como cuenta Sergi Pàmies de su padre, un día me compré una Burberry de la mayor calidad: lana pura, forro de cuadros escoceses, tejido inglés. Los probadores son, en realidad, confesionarios laicos. «¿Vas a comprarte algo tan pijo?». «Calla, le dije a mi conciencia (obrera), que me sienta estupendamente y ya tengo edad». Y la compré. El relato de Pàmies se titula No sóc ningú per donar-te consells y no se refiere al buen gusto en el vestir, sino a los problemas de pareja que ni Dios entiende y el Diablo, que es el gran artífice de la disensión, hace tiempo que renunció a entender.

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