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Un año extraordinario

El año anterior al del comienzo de la Primera Guerra Mundial fue un año extraordinario, al menos desde el punto de vista la cultura europea.

Muchos de lo que ocurrió entonces lo resume el autor alemán Florian Illes en un nuevo libro dedicado a aquel año bajo el título de "1913. Todo lo que quería contarles" (1), continuación de su anterior "1913: El verano del siglo".

En otoño de ese año Gerhard Hauptmann recibe en su recién estrenado domicilio berlinés su nuevo Mercedes y anota en su diario: "Nueva situación, experiencias nuevas. Auto. Vino de Porto. Casa en Berlín".

No podía predecir el dramaturgo, galardonado el año anterior con el Nobel de literatura, que unos meses más tarde, su flamante automóvil sería confiscado por el régimen nazi para su utilización en el frente de guerra.

En el verano y otoño de aquel año, dos grandes músicos franceses, Claude Debussy y Maurice Ravel, sin saber uno que hacía el otro, se inspiraron en tres poemas de su compatriota Stéphane Mallarmé para otras tantas piezas para el piano.

En octubre de aquel año fantástico, el novelista Marcel Proust recibía varias galeradas de su "En busca del tiempo perdido", que se dedica entonces a corregir una y otra vez antes de entregárselas a su chófer, secretario y amante.

Proust revisa todo una vez más y elimina pasajes enteros antes de darlo a la publicación definitiva. Curiosamente, nos cuenta Illies, en la primera edición del libro aparece como fecha de impresión la de 1914.

El novelista le había sugerido al editor que pusiera esa fecha porque desconfiaba de poder terminarlo antes, aunque finalmente ocurrió el milagro.

En 1913, el alemán August Macke pintó en Hilterfingen, localidad junto al lago de Thun (Suiza) los cuadros más luminosos y alegres de aquel año.

Y otro pintor, el ruso Kasimir Malévich, con el recién publicado poemario de su compatriota Boris Pasternak "El gemelo en las nubes" sobre la mesa, redacta un balance que titula así: "El año 1913".

En él habla de las nuevas experiencias de la aviación, de que por primera vez se pueden mirar las nubes desde el cielo y de cómo una vez conquistado éste, la siguiente tarea del hombre será emular a Dios, que lo ve, lo sabe y lo puede todo.

"Así de poderosos se sentían los artistas en 1913", escribe Illies, que señala cómo se sentían todos ellos atraídos por la aviación y cómo corrían a los aeródromos lo mismo Frank Kafka que Malévich, que Hauptmann o que el italiano Gabriele D´Annunzio.

Mientras a unos los fascina ese acto radical de la modernidad que es el hecho de poder despegar del suelo, se dedican otros a bucear en los ritos ancestrales.

Lo hace el fundador del psicoanálisis, el austriaco Sigmund Freud, en su "Tótem y tabú", lo hace también el compositor ruso Ígor Stravinski con su "Consagración de la primavera" y el expresionista alemán Ludwig Kirchner con sus esculturas en madera.

Todo ello, nos cuenta Illies, sucede simultáneamente en un año en el que pasado, presente y futuro se funden en las grandes novelas que se comienzan o se acaban entonces: "La Montaña Mágica", de Thomas Mann, "El Hombre sin Atributos", de Robert Musil, el "Ulises", de James Joyce, o la obra capital de Proust.

Y algo similar ocurre en el mundo de las artes plásticas, con un enorme arco que se extiende desde el "readymade" de Marcel Duchamp hasta los cuadrados radicales de Malévich, pasando por la abstracción, el cubismo y demás ismos.

Claro que como nos recuerda el autor, aquel año fue también el de la vergüenza de la exposición colonial berlinesa, que entre otras cosas mostraba a la curiosidad del público alemán "cincuenta hombres, mujeres y niños salvajes del Congo en una aldea reconstruida".

Y coincidente con ella, la dedicada en Hamburgo a Nubia, donde el público podía admirar a los guerreros schilluk en su postura más característica: apoyados en una sola pierna.

La cultura más refinada junto a la brutalidad colonial y racista. Es la cara y cruz de aquel año extraordinario.

(1) "1913: Was ich unbedingt noch erzählen wollte". Publicado por la editorial alemana Rowohlt . El semanario Die Zeit ha ofrecido un adelanto.

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