Es aconsejable poner nombre propio a las borrascas notables para que la población sea consciente de los peligros potenciales? ¿Debemos hablar de gota fría o de DANA, acrónimo de depresión aislada en niveles altos? ¿Cómo puede evitarse el sensacionalismo sobre temas meteorológicos en los medios de información? Éstas y otras muchas cuestiones están sobre la mesa y suscitan debates frecuentes entre aficionados y profesionales que siguen de cerca los asuntos de la atmósfera. Si damos un vistazo general, muchas veces media un abismo entre la información original que se difunde desde las fuentes responsables de la predicción y observación meteorológica y lo que se lee, escucha o ve en la prensa escrita y los medios de información audiovisuales. Ya sabemos que, a pesar de los grandes avances de los últimos tiempos, las predicciones meteorológicas no dan en la diana al 100 por 100, pero es evidente que muchos titulares que pueden leerse en los periódicos tampoco lo hacen. Meteorólogos y periodistas deberían fomentar un acercamiento. Pienso desde hace años que quizá sea buena idea que Aemet y entidades como la Asociación Meteorológica Española (AME) y la Asociación de Comunicadores de Meteorología (Acomet), entre otras, entablen contacto con la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y otras entidades que agrupan a los profesionales de este sector (se me ocurre también la Asociación Española de Comunicación Científica, AECC), en busca de un consenso encaminado a un mejor uso de la información meteorológica y climatológica. Recuerdo que hace años se organizó un curso de meteorología para periodistas al que no se apuntó prácticamente nadie, pero bajo mi punto de vista no se planteó de la mejor manera, porque no se trata de que una parte enseñe a la otra, sino de que ambas entiendan cómo se funciona en cada lado y establecer mejores y más fluidas vías de comunicación. Por poco que se avance lograremos que el ciudadano de a pie reciba y entienda mejor la información meteorológica y evitaremos confusiones, como la extendida creencia, de la que siguen convencidos millones de personas, de que una gota fría presupone una inundación. De la misma forma que es falso afirmar que los meteorólogos nunca aciertan, también lo es sostener de forma genérica que los periodistas tergiversan la información. Y para que cada día dispongamos de una mejor y más fidedigna información en los medios es necesario también que, previamente, las fuentes de información mejoren su claridad, precisión y transparencia. Todo eso únicamente podrá conseguirse si hay un mayor entendimiento entre las dos partes, y en los tiempos que corren lo veo más necesario que nunca.