Vivimos un clima político de crispación constante provocado por la incerteza de cuando se dará salida oficial a la precampaña electoral. Los partidos políticos que se creen con posibilidades de copar el arco parlamentario autonómico llevan semanas actuando con descaro y desprecio de las normas del fair play político. Unos y otros, se dedican a combates dialécticos o puestas en escena que nada tienen que ver con la gestión de los recursos públicos y el bienestar social, sino más bien con posicionamientos partidistas que los separen de sus competidores, pero también de aquellos que son sus aliados temporales.

Uno de estos actos de instrumentalización tuvo lugar durante el acto institucional del 600 aniversario de la Generalitat Valenciana, celebrado en el Castillo de Santa Bárbara de Alicante. Y lo más sorprendente es que tuvo como maestro de ceremonias al presidente de Les Corts Valencianes, Enric Morera, quien utilizó la conmemoración de la entidad pública más relevante de la política valenciana para reivindicar el ideario político de Compromís y olvidarse de que representa a todos los valencianos.

Este comportamiento, con el que transige el PSPV-PSOE, permitió que Enric Morera haya vuelto a dar otra muestra de la auténtica realidad política que defiende Compromís; la configuración de un estado paralelo en el que los territorios de la antigua Corona de Aragón -al menos los que configuran hoy parte del Estado español- rindan pleitesía al hermano económicamente mejor dotado en la actualidad. Esto no tiene nada de criticable, si se hace en el marco de un acto de partido, pues España es una democracia en la que caben todo tipo de expresiones políticas dentro de la moderación. El problema es que la desvergüenza de algunos políticos alcanza a usar actos institucionales para glosar estos idearios trasnochados y que en nada representa a la sociedad valenciana en el siglo XXI.

No es admisible que se permita un discurso político en el que se hable de "reivindicaciones compartidas" y del "rechazo a las imposiciones, de defensa de los valores democráticos, últimamente amenazados" por parte del principal representante de un parlamento en rebeldía contra el Estado, como es el caso del presidentes del Parlament de Catalunya, Roger Torrent.

Ni es aceptable que Enric Morera sea incapaz de reivindicar la historia propia del pueblo valenciano en un acto que conmemora seis siglos de una institución esencial en el desarrollo y autonomía del mismo, aunque sólo sea por representar dignamente el cargo que ocupa. No hay justificación posible para esta actitud. Y las horas posteriores al acto respaldan esta creencia, pues su discurso en los Premios Octubre es inadmisible para un representante del parlamento valenciano, por mucho que este sí sea un acto privado.

Entendemos que la invitación al representante del Consiglio Regionale di Sardegna, Gianfranco Ganau; y al de la Assemblea della Regione di Sicilia, Gianfranco Miccichè; fueron simples coartadas para justificar la presencia de Roger Torrent y darle voz pública más allá de la tribuna parlamentaria catalana, ahora que el procés está de capa caída. Un empujoncito a uno de los valedores de la ruptura del orden constitucional. Una fotografía que le hará mucha ilusión a Enric Morera, pero que entristece a muchos valencianos y nubla el prestigio de una entidad que ha perdurado seis siglos fiel a la defensa de los intereses de los ciudadanos de esta tierra.

En una democracia con políticos serios y consecuentes con los que representan, Enric Morena hubiera tenido el valor de explicarse públicamente, o mejor, no hubiera tenido que hacerlo pues hubiera actuado como defensor de los intereses de los valencianos y no de la ideología política a la que representa.

Es una pena que la pretensión de reunir a los territorios que históricamente conformaron la antigua Corona de Aragón, quedase reducida a costear la presencia de un invitado innecesario y a la exaltación de una alianza cultural y política inexistente entre el Gobierno Catalán y los representantes de la Generalitat Valenciana. Si algunos tuvieran vergüenza, no haría falta pedir su dimisión. Simplemente tendrían que convocar elecciones y pedir que el pueblo valenciano opinara. Eso, es democracia.