El Teatro Olympia de València ha suspendido las dos sesiones que tenía contratadas con el humorista Dani Mateo, por las «numerosas amenazas» recibidas y porque el teatro «no es un espacio de crispación». Ante el miedo a ser agredidos o insultados nada tengo que objetar porque quien esté libre de culpa que tire la primera piedra y el miedo, miedo es, y nos hace actuar como seguramente no haríamos si careciéramos de él. Solo la denuncia ante la policía -que la habrá seguro- puede ponerle freno. Pero ante la argumentación de que el teatro «no es un espacio de la crispación» no puedo más que sentirme derrotada, una vez más, como ciudadana de un estado en el que la libertad de expresión es cada vez menos libre y el humor, vigilado y azuzado, se constriñe temeroso a lo políticamente correcto. Si no, ojo, «genera crispación». Una crispación, por lo visto, que no genera la extrema derecha con sus agresiones ni tampoco los artistas casposos que actúan en teatros de toda España mientras defraudan a Hacienda. Igual me falla la memoria, pero ¿a alguno de ellos se le suspendió alguna sesión porque «crispaban» con su actitud evasiva? Tristes patrias y patriotas. Tristes, tristes.
