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Javier Cuervo

Glorificar a los narcos

La sociedad del espectáculo está espectacularizada ¿quién la desespectaculizará? Nadie. La tecnología está hecha para mirar y ser mirado y la ideología es ejemplarizante y exhibicionista.

Hay revuelo con las series televisivas que cuentan historias de narcotraficantes porque se considera que los glorifican y que hay jóvenes lábiles a los que puede gustar la idea de tener descapotables amarillos, mujer, querida y racimo de bailarinas exóticas, beber champán en la piscina del chalé, pasear una pantera negra, volar en jet privado, disparar a ráfaga y construir almacenes para esconder toneladas de dólares.

A muy otra escala se recuerda el silencio de los policías sobre toretes y vaquillas porque todo lo que se publicara era considerado glorificación y estímulo para chavales lumpen, analfabetos funcionales que hacían el puente a un seat catorcetreinta, daban palos a gasolineras e iban más ciegos por la vida que "Makoki". Aquellos chavales no cumplían más sueño que el suyo en una vida de mierda. Los narcos siguen un atajo peligroso y violento y unos pocos llegan a cimas de ambición que no están a su alcance de ninguna otra manera.

Se espectaculariza la vida de los narcos en HBO y en Netflix, qué mal, pero para el juicio del "Chapo" Guzmán, que, sin guionista, se fugó por el wáter de su celda a través de una galería que recorrió en moto y del que se ofrecen las imágenes doblado de testuz por los policías, se cortará dos veces al día la circulación por el puente de Brooklyn para moverlo entre la corte de justicia y la presión de máxima seguridad. La policía da a este psicópata bajito un tratamiento de tráfico propio del presidente de la primera nación del mundo libre (coff, coff), algo que lo glorifica a la vista de todos.

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