Desde hoy, los bancos pagarán los llamados actos jurídicos documentados, más conocidos como "eso de las hipotecas", que antes apoquinaban los clientes y después no, más tarde no se sabía y finalmente sí tras una decisión polémica, controvertida y, para muchos, escandalosa. Tan escandalosa que, al día siguiente, el presidente del Gobierno anunció la aprobación en Consejo de Ministros de un Real Decreto para obligar a los bancos a abonar la citada cláusula y que no recayera sobre las espaldas del firmante de la hipoteca, o sea usted y su vecino y yo mismo.

¿Qué había suscitado medida tan insólita? Ya es de dominio público: el Supremo había fallado (y nunca mejor dicho) que lo de las hipotecas lo pagaran los ciudadanos y no la banca. Y lo hizo tras una sesión larga (más de un día) y dicen que bronca. En ese tiempo, las alarmas se habían disparado y el personal se temía lo peor: que el poder de los bancos se impusiera al de la gente, es decir que, como siempre, ganara la banca? pese a que una sentencia, que se creía firme, de la Sala de lo Contencioso dijera lo contrario. Y los temores se confirmaron: el Supremo dio la razón a la banca, se cargó tradición jurídica y jurisprudencia y decidió lo que decidió.

Y uno vio y oyó cómo se reproducían, aumentando de tamaño, los refranes, chistes, anécdotas y demás que aseguran, ya desde el Diluvio Universal para acá, que la Justicia, incluso la Divina, suele amparar más a los poderosos que a los débiles, aunque estos parezcan tener la razón. Y me acordé de unos versos, que me sé de memoria, del "Martín Fierro", el gran poema épico argentino escrito por José Hernández en 1872. Reflexiona así el gaucho Martín Fierro: "La ley es tela de araña/ y en mi ignorancia lo explico:/ No la tema el hombre rico/ nunca la tema quien mande/pues la rompe el bicho grande/ y solo enreda a los chicos". "La ley es como la lluvia/nunca puede ser pareja/ el que la aguanta se queja/pero el asunto es sencillo:/ la ley es como el cuchillo/no ofende al que lo maneja". ¡Y está escrito en el siglo XIX! Claro que antes Quevedo nos había deleitado con eso de "Poderoso caballero es Don Dinero". Y mucho antes los egipcios, por citar un caso, dotaban a sus muertos ricos de monedas, joyas, máscaras funerarias, adornos, etc para afrontar con garantías la otra vida. A los pobres la otra vida que les esperaba era muy similar a la que habían dejado atrás.

De modo que el martes pasado fue un dies irae tormentoso y cabreado. Se anunciaron protestas y movilizaciones y, como es norma y más en tiempo electoral, cada cual empezó a arrimar el ascua a su sardina. Eso sí: todos hablando del bien común, de la defensa del ciudadano, de dimisiones y castigos a los culpables? Nada nuevo; España y yo somos así, señora. Pero he aquí que Pedro Sánchez, en una maniobra audaz que pilló a casi todos a contrapié, lanzó el órdago: el Gobierno tomaría medidas para que pagaran los bancos y no los ciudadanos. Hubo un suspiro de alivio generalizado? menos en la banca, claro.

Sin embargo, instantes después comenzaron los matices, los desmarques y las nuevas exigencias. ¿Cómo iba a admitir públicamente Pablo Casado que aquella decisión era buena para el común de los mortales españoles? No, había que pedir algo más: la eliminación de ese impuesto. Perfecto; pues que, como es un impuesto trasferido, comiencen a hacerlo ya las comunidades autónomas que gobierna el PP, caso de Castilla y León, o que reconozcan que en Valencia, cuando la rigieron los populares, "eso de las hipotecas" se triplicó. No se preocupen que no ocurrirá. Y cada vez que le pregunten a un cargo del PP por el asunto responderá según las órdenes recibidas: que se quite el impuesto. ¿Y cómo iba a renunciar Pablo Iglesias a convocar y encabezar manifestaciones contra el famoso impuesto si ya las había anunciado nada más conocer el acuerdo del Supremo?, ¿se iba a quedar callado Albert Ribera?, ¿y los Torras y Cia, por qué desaprovechar una oportunidad de dar la murga con el centralismo, el estado opresor y demás monsergas?

Reconozco que me congratulé con la decisión de Pedro Sánchez tanto como me había cabreado con el fallo del Supremo. Pero acto seguido me mosqueé bastante. Resulta que los bancos pagarán el impuesto cuando firmemos usted y yo, pero no abonarán nada si por medio están el Estado, los partidos políticos y la Iglesia. Es decir que las comunidades autónomas no ingresarán nada si las hipotecas corresponden a los tres poderes citados. ¿Por qué? Hombre, porque lo perpetra así el BOE. Y porque ya lo explicaba Martín Fierro cuando comparaba a la ley con una tela de araña que no debe temer ni el hombre rico ni quien mande "pues la rompe el bicho grande/ y solo enreda a los chicos". Más claro?