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La palabra N (y puntos suspensivos)

En la última película que ha interpretado, "Green Book", Viggo Mortensen hace de chófer de un músico negro con el que tiene que recorrer el sur de Estados Unidos en 1962. En la presentación de la película, la semana pasada, el actor hizo un comentario intrascendente sobre los cambios con respecto al racismo que se habían producido en estos casi sesenta años. "Por ejemplo, ya nadie dice la palabra nigger", dijo Mortensen. En la sala de prensa se hizo un silencio de esos que "se podrían cortar con un cuchillo", como se decía en las novelitas de la colección Reno que yo compraba en el Quiosco Benita. Nigger es la palabra despectiva que los blancos de EEUU usaban para referirse a los negros (aquí vendría a ser "negrata", una palabra que por fortuna se oye muy poco). Evidentemente, Viggo Mortensen no la usó con el sentido que le daban los blancos de 1962, sino con un sentido simplemente denotativo (es decir, libre de cualquier connotación negativa: en estos tiempos hay que aclararlo todo dos y tres veces).

Pero alguien denunció por Twitter que el actor había pronunciado la palabra maldita y enseguida se produjo una de esas tormentas de mierda con que hoy en día nos dedicamos a perder el tiempo. Mortensen fue acusado de ofensivo, de insultante, de racista. Nadie se paró a pensar en el contexto de la frase. Nadie cayó en la cuenta de que Mortensen estaba comparando la situación de 1962 con la actual poniendo como ejemplo -¡como ejemplo!- una palabra que antes era normal y ahora ya no. Y claro está, si quería referirse a la palabra tabú, tenía que pronunciarla. Pero la reacción fue tremenda. "The Guardian", en Inglaterra, ni siquiera se atrevió a reproducir la palabra y publicó una "N" seguida de unos pudorosos puntos suspensivos (como se hacía en los libros censurados de hace, sí, sesenta años). Mortensen, es cierto, podría haber hecho lo mismo y decir: "Ahora ya nadie dice la palabra N puntos suspensivos", pero en ese caso estaría hablando como un reverendo episcopaliano del siglo XIX, algo que me imagino no le hace especial ilusión. Al final, Mortensen -abochornado, tal vez asustado por la dimensión psicopática que estaba cobrando el asunto- tuvo que pedir disculpas. Disculpas por algo que no había dicho, como cuando los acusados en los juicios farsa del stalinismo reconocían unos crímenes que no habían cometido y por los que decían sentirse arrepentidos. Asombroso.

Yo no sé si alguien se ha parado a pensar en que los principales beneficiarios de esta ola de histeria puritana son los personajes siniestros como Trump y Bolsonaro -y vendrán más- que dicen hablar sin tapujos, hartos ya de censuras y de corsés, porque ellos sólo quieren dar voz a la gente corriente aplastada por las imposiciones de la corrección política. Si ya no se puede decir nada porque no sabemos distinguir el sentido figurado del lenguaje, si cualquier palabra puede ser considerada ofensiva o deshonrosa, es la hora de los canallas que se enorgullecen de hablar sin pelos en la lengua y de decir las cosas que nadie más se atreve a decir. Y ahí están esos personajes chulos y groseros que se jactan de no pagar impuestos, de ser maleducados y poco respetuosos, de ser machistas y homófobos y racistas y de despreciar cualquier clase de consenso. Esa gente, en fin, que empezará a decir muy orgullosa la palabra "nigger", con todas sus letras, como una sana muestra de rebeldía y de libertad de expresión.

ENTRADILLA: Los principales beneficiarios de esta ola de histeria puritana son los personajes siniestros como Trump y Bolsonaro que dicen hablar sin tapujos, hartos ya de censuras y de corsés.

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