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Comimos y bebimos

Ignacio Peyró (Madrid, 1980) es un caballero de esta época. Es decir, parece tanto que es de otra, que por eso se erige como ser absolutamente necesario para esta. Urge combatir el mal gusto. El mal vivir. Necesitamos estos soldados de las letras para pelear contra la vulgaridad. Incluso para tener algo que leer. Peyró es un bon vivant, aunque más bien deberíamos utilizar el inglés para calificarlo. Ejerce de director del Instituto Cervantes de Londres, luego de una fecunda carrera de negro para políticos; de periodista, asesor y columnista. Ha publicado un jugoso y nutritivo libro de conversaciones con Valentí Puig, conversador conservador civilizado y pulcro, como el mismo Peyró, que ha logrado sobre todo fama por su Pompa y Circunstancia, diccionario sentimental de la cultura inglesa.

Peyró es erudito pero ameno, practica una prosa elegante. Podría ser cónsul o sumiller, diletante en un club inglés o jefe de prensa de la Federación de Ajedrez, pero benditamente y para nuestra suerte ha optado por el oficio de escribir. Ahora, en Comimos y bebimos (Libros del Asteroide), título tomado de cita bíblica, que lleva como subtítulo ´Notas de cocina y vida´, escribe sobre lo que ha comido y bebido, en efecto, pero igualmente acerca de lo que ha sentido y padecido. Escribe de Lhardy, de las escapadas de los madrileños a Toledo, de las ostras («lametones de sirena»), de lo que comía Napoleón, de becadas y armañacs, de corzos y ventas, de Barcelona o de whiskazos. De las añejas industrias de la gaseosa que se repartían por toda España. O del desayuno, «esa parte de la cocina que los epicúreos hemos dejado a los médicos».

El volumen se abre con una estupendo ejercicio memorístico en el que se narra una tragedia familiar acontecida en Extremadura, que sirvió al autor para apreciar aún más y en lo que valen los placeres de la mesa y la vida. Es un dietario con capítulos -uno por cada mes del año- de variada extensión. Los hay con profusión de citas y los que están basados en experiencias propias. Te hace sonreír mucho, que es virtud de escritor grande, te induce a pensar, a reflexionar e incluso a apreciar los puros o a no pensar tanto en los triglicéridos. Recoge la tradición humorístico-burlona de Julio Camba (algunas entradas son deliciosos artículos de esos de toda la vida que uno busca más que encuentra en las ediciones impresas). Es heredero de la erudición de Néstor Luján y contiene la sagaz observación de Pla, que no siempre era observador sagaz. Todos los reseñistas citan también a Joan Perucho como influencia de Peyró, si bien Perucho está quedando, injustamente, como nombre que se cita junto al de Luján como si constituyeran pareja o fueran uno solo. Hay que leer a Perucho. Y hay que leer a Peyró que ha escrito esto también como nostalgia de su juventud, de las resacas y las recenas, la copiosidad y los abusos. Pero no hay más que leer Comimos y bebimos para adivinar que sigue en plena forma y que está en plenitud. Para escribir, comer, beber y hacer periodismo, que como él bien dice, no da prestigio ni dinero pero sí mucha sed.

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