Llueve torrencialmente en otoño y nos parece que se acaba el mundo. Cuando lo normal -meteorológicamente hablando- es que en otoño llueva. Pero es que la intensidad de estos días no se ha visto nunca, exclaman los más osados del lugar. Pues mire, tampoco... según los registros hace diez años llovió poco más o menos por un estilo.

Ocurre, sin embargo, que acostumbramos a considerar histórico y sin precedentes cualquier fenómeno -atmosférico o no- que se salga de los hábitos a que estamos acostumbrados. Nos hemos convertido en animales de memoria corta y, sobre todo, poco preparados para los hechos extraordinarios.

Cualquier alteración de nuestra rutina genera ahora una crisis, de mayor o menor calado. Y tendemos a culpar a la Administración de problemas generados por acontecimientos imprevisibles e incluso por el comportamiento irresponsable de algunos ciudadanos. Pero es otoño, así que abramos los paraguas y que llueva.