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Javier Cuervo

El regreso de la momia

Para los que no parecen saberlo y para los que lo han olvidado se informa de que Franco lleva muerto 43 años. Parecen mentira esos olvidos porque, en España, Franco y la muerte son inseparables.

Franco es una momia, dicen sus nietos, quizá por darle pompa faraónica. Las momias, motivo de estudio científico, están rodeadas de supersticiones y maldiciones. Era un clásico del terror no perturbar el sueño de los muertos, una metáfora familiar, también porque para los griegos el sueño es hermano de la muerte.

Franco no está muerto para los franquistas residuales ni para los antifranquistas tardíos. Francisco Umbral, otro cadáver, escribiría crónicas del tardoantifranquismo actual con prosa barroca y prisa periodística.

La momia está bajo una tonelada de piedra, pero desenterrarlo no es un problema en un país de grúas. La dificultad está en volver a enterrarlo en tierra de concordia por los siglos de los siglos. Todo son ideas, pero ninguna vale ni al gobierno que ha "puesto en valor" los restos de Franco y en pie los restos del antifranquismo y ninguna sirve para los deudos, que tanto deben a España y va siendo hora de que lo devuelvan.

Los apasionados por las historias de los muertos insepultos (desde "Aventuras de un cadáver" de R. L. Stevenson al episodio del Comisario McMillan, "un muerto en un barril"), en las que un difunto se vuelve un objeto molesto, inquietante, que todos intentan hacer desaparecer, somos partidarios de la exhumación sin problema para que su problemática inhumación siga escribiendo capítulos y capítulos de esta historia ridícula y extemporánea que narrará con rigor y el negro gracejo Nieves Concostrina, practicante de un admirable materialismo necrológico.

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