De ahí afuera, en las afueras, como dice J.M.Esquirol, de ese espacio y tiempo en el que con-vivimos y escrivivimos, nos llega todo el calor que nos calienta, pero también el frío y la hostilidad que nos hiela. Que se lo digan al pianista James Rhodes, que se asomó a las afueras de twiter con una broma sobre la paella y ha recibido lo que según los mortalmente aburridos merecía: un montón de críticas malhumoradas. Sabido es por todos que las preguntas inteligentes pueden hacerse en serio o en broma, mientras que las respuestas inteligentes suelen serlo más cuando las alumbra la bondad del humor. Es absolutamente evidente que cuando el pianista nos preguntó si se hacían paellas «decentes» en València o si las paellas de València eran «auténticas», nos estaba haciendo una broma, bastante amable por cierto. Muchos, sin embargo, le contestaron con una coz malhumorada. Se queda uno helado al comprobar el nulo sentido del humor de algunos miembros de las afueras.

Cuando Rousseau escribió su Discurso sobre las ciencias y las artes, haciendo una encendida defensa de las «costumbres» y de la virtud a través de un furibundo ataque retórico a las ciencias y a la técnica, Voltaire le escribió: «Señor, leyendo su libro dan ganas de ponerse a cuatro patas». Poco importaba que aquél ya hubiera advertido que no era la ciencia lo que atacaba, sino la virtud lo que defendía. Ahora, la Fundación Premios Rei Jaume I ha hecho lo mismo, pero al revés: ha promovido una campaña publicitaria a favor de la ciencia y la investigación bajo la forma de un supuesto «ataque» a las costumbres (la siesta, la paella, el flamenco, la playa, las tapas y los toros). Lo cierto es que la campaña ha sido un éxito, porque en lugar de pasar desapercibida ha generado las críticas de Voltaire, quiero decir de Compromís y Podemos, que piden su retirada. ¿Tan difícil es entender la ironía como argumento, que no es aquello lo que se ataca, sino esto otro lo que se defiende. ¿Alguien puede «estar en contra» de la playa, el flamenco o la paella? No. Pues, ¿entonces? O sea: ¡qué coño os pasa a todos con la paella! Totem y tabú.

La democracia se fundamenta en el valor de la igualdad: entre hombres y mujeres, entre mujeres y entre hombres, entre altos y bajos y entre flacos y obesos. La norma (abortada) que prohibía incinerar a personas con obesidad mórbida era contraria a ese principio y, encima, una tontería. El argumento (y tanto da para el caso que sea verdadero o falso en sus premisas) de que su incineración requiere más combustible, lo que genera una mayor contaminación, es moral y políticamente insostenible. ¿De quién fue la ocurrencia?