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Patinetes y bicis

Un adulto montado en patinete -como Sisa se imaginaba al capitán Trueno- tiene algo de visión locuela y envidiable, el encanto de la ligereza, lo mismo que ver a una señora con los hombros desnudos tomando una copa de champagne sentada en el morro de una limusina o a un skater salvando el bordillo de la acera de un audaz salto, aunque más audaces son los saltos de la valla de Ceuta.

Los más jóvenes del lugar no pueden saber que hace unos quince años hubo otra fiebre del patinete. Aquellos no estaban, en general, motorizados, su velocidad era menor y dependía de la fuerza de empuje del pie impulsor. Un excelente ejercicio en personas sanas. Desaparecieron sin que nadie supiera por qué o cómo. La velocidad crea síndrome de abstinencia.

Lo mejor de la moda es seguirla sin preguntas y creo que al patinete eléctrico le ha pasado eso porque, pese a que algunos le llaman VMP como si fuera un cuerpo policial o una prueba médica de sedimentación, lo que de él nos atrae de forma irresistible es verlo pasar raudo, la estela de su propio avance. La estela está hecha de los anhelos de quienes lo ven pasar, no hay combustible más poderoso.

Eso sí, se trata de otro vehículo sin número de serie, ni matricula, ni homologación, ni casco, ni controles de alcoholemia, ni seguro, a ver si ponemos un poco de orden, también en las bicicletas, que para cobrar los impuestos siempre están listos. El patinete (y la bicicleta) tiene muchas ventajas ambientales frente al coche, muchísimas, pero la acera es de los peatones, espero que no haga falta luchar por ese derecho. El carril bici, por cierto, un éxito.

Quiero decir que si van por Barcelona, alrededores de la Sagrada Familia, no se les ocurra invadir las aceras ni en bici ni en patín: hay un octogenario llamado Joan de Sagarra que, según propia confesión en La Vanguardia, ya derribó a tres o cuatro invasores ciclistas con un bastón de bambú que perteneció al mariscal Lyautey (no tengo el gusto). Ahora tiene preparado un bastón con estoque para apuntillar a los patinadores irrespetuosos.

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