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New Hampshire en Valencia

El supermartes es un término acuñado por la política estadounidense, integrado en el marco del proceso de las elecciones primarias para elegir al candidato a la presidencia (tanto del Partido Demócrata como del Republicano). Las primarias comienzan en enero, con el caucus de Iowa (elección de delegados) y las primarias en New Hampshire y Carolina del Sur. Los resultados en estos tres Estados condicionan hasta cierto punto el devenir de las primarias en su conjunto, pero la cuestión tiende a dirimirse definitivamente en el supermartes, que es un martes del mes de marzo en el que se celebran elecciones primarias simultáneas en diez Estados. Normalmente, quien vence en el supermartes lo hace también en las primarias, por la importancia de dichos Estados y por la dinámica positiva que genera.

Pues bien: en los continuos vaivenes e incertidumbre en que vivimos en la política española en los últimos meses, parece que el Gobierno español está dando un claro viraje: desde su intención primigenia de aguantar hasta después de las elecciones municipales de mayo, prorrogando los Presupuestos si hace falta y convocando elecciones generales en otoño de 2019 o incluso en 2020, hasta el momentum actual, en el que los rumores de adelanto de las elecciones generales y su coincidencia con municipales, europeas y autonómicas en la mayoría de comunidades autónomas comienzan a arreciar.

Esta coincidencia no sería del agrado de Pedro Sánchez (partidario, como hemos visto en repetidas ocasiones, de aguantar en la Moncloa todo lo posible y más allá), ni tampoco, desde luego, de la mayoría de los barones territoriales, que verán cómo sus campañas locales o autonómicas quedarán aún más contaminadas por los temas de debate de la política nacional. Pero se plantea como única opción, vista la degradación de la política parlamentaria hasta niveles insospechados y la obvia debilidad e inoperancia del Gobierno. Es un todo o nada, un all-in en una partida de póquer. Una jugada arriesgada, muy propia de Sánchez, cuya carrera política ha sido, en sí misma, una montaña rusa de triunfos y hundimientos sucesivos.

Su estrategia pasa por una victoria clara en Andalucía de su archienemiga dentro del PSOE, Susana Díaz, que a ser posible deje en muy mala posición al PP (como tercera, o quién sabe si cuarta, formación política andaluza), para que el PSOE se convierta en el partido más fuerte, seguido por una terna de alternativas, de las cuales Sánchez podría pactar con Podemos (como ahora) o con Ciudadanos (como lo intentó en 2015). Andalucía vendría a ser, así, el caucus de Iowa, la primera piedra de toque tras un año sin elecciones (las catalanas del año pasado, en sí, como es obvio, un proceso electoral que se produjo en singularísimas condiciones).

Es difícil saber si una decisión así será beneficiosa o perjudicial para el actual Gobierno de Sánchez. Convocar elecciones desde el Gobierno siempre es una ventaja, pero este Ejecutivo lleva muy poco tiempo y acumula ya bastantes errores. Por otra parte, el principal rival, el PP, parece en perpetuo desconcierto, disparando indiscriminadamente a todo lo que se mueve. Tal vez le salga bien la jugada a este nuevo «tahúr del Misisipi», como decía Alfonso Guerra de Adolfo Suárez, que tenemos en La Moncloa.

Sea como fuere, está claro que la consumación de un superdomingo en mayo, la acumulación de elecciones, sería una mala noticia para la democracia española. No es bueno mezclar tanto, y menos situaciones políticas, sociales y programáticas que poco o nada tienen que ver, como las locales, autonómicas, nacionales o europeas. Sin duda, aumentará la participación; pero también propiciará dinámicas de debate a escala nacional que laminarán los problemas y discusiones locales.

Todo el mundo está, en consecuencia, pendiente de las elecciones andaluzas, para las que sólo queda una semana. También en el Palau de la Generalitat. Si se produce un buen resultado que aliente a Sánchez a adelantar elecciones, es probable que desde el Botànic (y no sólo ya el PSPV) se produzca un segundo adelanto electoral, al mismo tiempo por emulación y por afán de distinguirse: elecciones autonómicas en la Comunitat Valenciana en febrero o marzo para huir del superdomingo de mayo, que permitan asentar el debate mínimamente en cuestiones que afectan específicamente a los valencianos. Y que, al mismo tiempo, funcionen como un segundo ensayo general del superdomingo. Unas primarias de New Hampshire en la Comunitat Valenciana. A no ser... que sea Sánchez quien adelante las elecciones al mes de marzo, que también podría ser. En tal caso, Ximo Puig se quedaría sin buenas cartas que jugar, adelantase o no, pues siempre coincidiría con otros comicios.

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