Celebrar triunfos está en desuso porque algunos fracasos provocan más alegrías. Aceptada la burla como la patología congénita de los espejos del alma, reconocer el éxito de profesionales solventes se hace necesario. En el caso de Ricard Camarena también es justo. Sin proponérselo se ha convertido en el mejor embajador de la creatividad valenciana. Además de sumar otra estrella, el cocinero de Barx fue el protagonista de los Michelin en Lisboa. Su empatía ayuda, aunque su éxito reside en esa capacidad de actualizar una cocina milenaria con productos de proximidad sin renunciar a la buena influencia global. Camarena tiene el mérito añadido de llegar a la cima con su trabajo, sin impulsos falsos ni sospechosas ayudas públicas. Lo que hace en los fogones de Bombas Gens resulta tan excelente que hay gente que viene a València solo para ir a su restaurante. Él y Quique Dacosta abren el camino de una cocina valenciana que vive uno de sus mejores momentos.
