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Alfons García03

Para siempre

Un rasgo de esta desgraciada madurez es asumir que los amigos no son para siempre, por mucho que lo digan los azucarillos y los coach de sonrisa profidén. Los amigos dejados pasar suelen ser uno de esos lastres que uno se cuelga en la mochila de la vida hasta que un día dejan de pesar. Otro día, tiempo después, te saltan a los ojos desde una agenda amarillenta (para los que aún usamos el papel) o la página de un periódico y piensas que el pasado puede ensuciar el presente, pero no lo modifica.

Se acercan elecciones. Tiempo de revisar amistades y hacer nuevas. La de Ximo Puig y Mónica Oltra dejó de ser el enamoramiento que aún se manifestaban en 2016. Se conocen y respetan, como las parejas maduras, pero hacen vidas separadas, para continuar con el símil. Se necesitan y lo saben. Ahora y en la hora de formar nuevo gobierno. Mejor asumirlo pronto y evitar desengaños estériles.

Esa lección de realismo y pragmatismo es la base de una historia de tres años y medio de éxito, en el sentido de que no han tenido contratiempos como para hacer tambalear su pacto. El extendido y peligroso veneno de los tripartitos no ha afectado al Botànic. Los periodistas tendemos a comparar la situación actual de Pedro Sánchez con la de Puig, pero más allá del aroma botánico de las medidas, el líder del PSOE no tiene una alianza estable que se traduzca en una mayoría parlamentaria que lo sostenga sin problemas. Ni siquiera puede decir que cuente con un socio leal: la buena relación con Pablo Iglesias no pasa del nonato acuerdo de presupuestos.

Oltra y Puig están en disposición de heredar una prórroga del Botànic, medie adelanto electoral o no. Sea este, si lo hay (apostaría a que no), por consenso o sin él. El factor nuevo viste de morado, tiene un panorama electoral más complicado y ha entrado con mal pie en el Palau. Las primeras manifestaciones de Rubén Martínez Dalmau poniendo la alfombra roja a Compromís y a Oltra como favorita para presidenta han levantado todos los prejuicios contra quien es todo menos un novato en la vida pública valenciana. Parece que el nuevo trío puede ir menos provisto de empatía, elemento vital para la supervivencia.

Como si el tiempo no pasara, el amigo catalán (presunto) de la izquierda valenciana vuelve a ser protagonista sin pedirlo de la vida política local. Como si el tiempo no pasara, la guerra del agua y el catalanismo han sido el eje del discurso de Isabel Bonig en la última sesión de control a Puig. Va a ser verdad que hay discursos que siempre funcionan en el público de la derecha. El PP está convencido de ello. Eso sí, los amigos catalanistas hoy lo son en la intimidad, dicen populares y Ciudadanos. En público, el estallido independentista invita a mantener las distancias.

Para explosión, la de las calles de Barcelona estos días. Y no por la independencia, sino por el deterioro insoportable de diferentes servicios públicos. Si las condiciones de financiación de la C. Valenciana son peores y la sociedad en cambio no se ha rebelado, surgen dos razonamientos: o el gobierno de aquí ha sabido gestionar mejor la miseria o los ciudadanos de allí están hartos de que sus gobernantes les den gato por liebre con el discurso de la independencia.

El tiempo parece que no pasa tampoco para los patrones del Nuestra Señora de Loreto. Hace 12 años, José Durá y su tripulación regresaron como héroes a Santa Pola tras rescatar a 51 subsaharianos frente a las costas de Malta. Aquello acabó con una especie de subasta de inmigrantes entre varios países europeos. Pascual Durá, hijo de José que ya formaba parte de aquella expedición, no encuentra hoy soluciones tampoco para los doce que ha recogido ahora. Una Europa más insolidaria y egoísta que sus ciudadanos es un proyecto fallido: es más un problema que el sueño que fue. Es el sentimiento que se propaga. Luego vendrán las lamentaciones. Porque las alianzas, como los amigos, no son para siempre. Solo el recuerdo perdura.

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