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Populismo futbolístico

Conforme pasan las semanas, el gobierno de Pedro Sánchez es cada vez menos el «Gobierno de las estrellas» y cada vez más el de las ocurrencias e improvisaciones electoralistas, siempre a golpe de declaración efectista y decreto ley, ya que leyes, lo que se dice leyes, no se pueden aprobar. Ni Presupuestos, claro.

En esta espiral populista en la que ha entrado el Gobierno, confrontado a una derecha que rivaliza en propuestas (que a veces cabría tildar de «amenazas», más bien) delirantes y a unos días de las elecciones en Andalucía, que contribuirán a clarificar el panorama político, el presidente Sánchez se ha prodigado en anuncios de un cariz específico: organizar eventos relacionados con el mundo del fútbol. Que ya se sabe que eso del I+D es muy importante, pero donde hay balón, no manda ingeniero.

Por un lado, la extrañísima propuesta de albergar en Madrid la final de la Copa Libertadores entre el River Plate y el Boca Juniors, tras los gravísimos incidentes de Buenos Aires que obligaron a suspender el partido. Una propuesta que ya ha sido aceptada y que conlleva, por una parte, que España tenga que asumir la seguridad y la organización de un partido de alto riesgo. Por otra, la animadversión de buena parte de los argentinos, que se sentirán comprensiblemente humillados ante la constatación de la incapacidad de Argentina para albergar un partido entre dos equipos argentinos, que tienen que irse nada menos que a otro continente para jugar... en el campo de la capital opresora frente a la que se alzaron los libertadores del siglo XIX. Resulta difícil saber qué espera obtener Sánchez, exactamente, de que España se haga cargo de esta historia, que ni nos va, ni nos viene.

Por otro, también recientemente, el presidente manifestó su apoyo cerrado a la idea de organizar el Mundial de fútbol de 2030, conjuntamente con Portugal y Marruecos. Un Mundial entre tres países y en dos continentes: haciendo historia simbólica. Que no es que esto sea intrínsecamente absurdo, como sí lo es albergar la Copa Libertadores; pero ya sabemos cómo funcionan las cosas en la FIFA. Lo sabemos, de hecho, por repetidas experiencias, que han salido a la luz, y que España ya padeció en 2010, cuando se votó la organización del Mundial 2018 y 2022.

España se presentaba en candidatura conjunta con Portugal y perdió ante Rusia (2018) y Qatar (2022). Y les diré un secreto: no perdió por la superior fiabilidad, capacidad organizativa, y tradición futbolística de sendos países, y en particular Qatar. Perdió porque los representantes de dichas candidaturas aportaron argumentos mucho más convincentes, chequera mediante, que España y Portugal para decantar el voto de los delegados de la FIFA. Y por eso tendremos en 2022 un Mundial en invierno, con estadios con aire acondicionado, y en Qatar. Así que, si queremos el Mundial de 2030, más vale que sobre dinero de los fondos reservados después de pagar a Villarejo, que nos va a hacer mucha falta.

Este entusiasmo por el deporte, y particularmente por el fútbol, en un gobernante que lleva apenas unos meses al frente del país es indicativo de las formas de hacer política que nos propone Sánchez: dar espectáculo y generar noticias a toda costa, aunque luego se queden en nada. Un modelo que también siguen fielmente sus principales rivales políticos, igualmente imbuidos del frenesí informativo-propagandístico que impone el actual escenario político, regentado por ciclos de noticias muy cortos que se difunden rápidamente a través de las redes sociales. ¡Qué diferencia con Mariano Rajoy, a quien le gustaba como al que más seguir acontecimientos deportivos, pero tenía claro que una cosa era seguirlos y otra muy distinta organizarlos, con el lío que eso conlleva, y por eso nunca se postuló para nada de nada! (Heredó el desastre de la candidatura de Madrid 2020, que ya saben ustedes cómo salió).

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