*Presidente de la Fundación ProAve y vicepresidente de Ferrmed

En un mundo globalizado y en cambio constante, las oportunidades de los territorios de mantener su desarrollo y bienestar dependen de la capacidad de sus representantes de tener claro cuáles son las políticas fundamentales y convertirlas en cuestión de Estado. Es el caso de la política educativa, de I+D+i, infraestructuras estratégicas o actividades de futuro en las que el país se posicione ventajosamente. Todas son políticas de largo plazo, en las que un consenso es fundamental. Desgraciadamente, los representantes públicos en España están más interesados en desgastar al contrario que servir a la sociedad.

Y hasta hace bien poco, este era el caso del Corredor Mediterráneo, una infraestructura fundamental para el presente y futuro económico y social del país y a la que nuestros gobernantes le habían dado la espalda. El proyecto se consideró estratégico por el mundo empresarial valenciano desde los años 90 del pasado siglo. El gobierno de Rodríguez Zapatero y el de Rajoy lo asumieron, pero su ejecución apenas se ha materializado en diez años, si bien entre los años 2016 y 2018 se lograron avances fruto de la presión social y empresarial.

La llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa generó grandes esperanzas al ser nombrado ministro de Fomento el «mediterráneo» José Luis Ábalos y, aunque se ha manifestado el compromiso con la infraestructura y el ritmo licitador ha aumentado, los retrasos y las perspectivas no son esperanzadoras. Si a ello le unimos la situación política, la incertidumbre presupuestaria, la parálisis del sector público y que entramos en un largo periodo electoral, no nos permite ser optimistas.

Las razones de la trascendencia de esta infraestructura son:

1) Los costes del transporte que en muchos casos suponen una auténtica fortuna que repercute en los productores agrícolas, con la merma de su ya quebrantada economía. Para los partidos que dicen preocuparse por las personas, esto debiera ocuparles de manera especial, aunque no es el caso, como resulta evidente.

2) Unas dificultades de acceso al lugar de destino mayor en el tráfico por carretera que por ferrocarril. Desde las inclemencias del tiempo hasta las huelgas y cortes de carreteras, generadores de importantes retrasos y no pocos costes, como los que están originando en los últimos días los huelguistas franceses. El ferrocarril aporta ventajas en rapidez, seguridad, servicio y reducción de pérdidas en el transporte. Una considerable ventaja competitiva.

3) La creciente preocupación ambiental en Europa, especialmente entre las generaciones más jóvenes, tiende a generar un efecto reputación negativo para nuestros productos, al ser el transporte por carretera a larga distancia altamente contaminante.

Esta merma de competitividad que se da en el conjunto del Arco Mediterráneo y en todas las actividades exportadoras, tanto agrícolas como industriales, pone en evidencia que el peligro que acecha a la principal área exportadora de país es muy serio y de gran impacto nacional. Porque el efecto no se reducirá a la pérdida de capacidad exportadora, producción y empleo del Arco Mediterráneo, sino que se transmitirá, a través de la demanda interna, al conjunto de la economía nacional. El problema es aún más grave si se tiene en cuenta el histórico déficit de balanza comercial de España y el alto endeudamiento externo del país. Sin olvidar que, sólo con el ahorro en costes de transporte que se hubiera conseguido si la conexión en ancho europeo al resto de Europa hubiera estado a principios de la actual década, se habría financiado ya una parte muy importante de la inversión del Corredor.

La amenaza que acaba de exponerse es demasiado relevante para que nuestros políticos, de todos los partidos, no le dediquen la debida atención, como de hecho viene ocurriendo hasta ahora. La sociedad civil no vamos ni a tolerar ni a permitir que los juegos político-electorales, que a nadie interesan, retrasen, perjudiquen o pongan en peligro una infraestructura vital para nuestro bienestar y el progreso social y económico del país. Céntrense en resolver los problemas serios del país, y en particular la inmediata ejecución del Corredor, que a tantos españoles puede afectar. El país lo agradecería y los ciudadanos cambiarían la pobre imagen de las instituciones y de los políticos.