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Con gusto

Historias urbanas

La ciudad es un poliedro y algunas de sus caras sólo brillan si uno pisa la indecisa luz del día. Así se titulaba un temprano poemario de Cela y un señor mayor le dijo: «Cuidado joven con lo que pisa». Una de estas noches fui a ver Malos tiempos en el Royale, una película muy distraída aunque con el exceso de tiros y metraje que caracteriza al cine actual, se parezca o no al de Tarantino.

Salí del cine, acompañé a una amiga hasta su casa y cuando sólo eran la una y media de la madrugada, la ciudad parecía un panteón con semáforos, un pudridero lleno de guiños. Esquivé a un tipo extraño que llevaba una cámara y empecé a cruzar la avenida cuando llegaron dos policías en moto con su alarma luminosa azul. Fui cruzando la calle y cuando iba por la mitad ya eran ocho los policías y parecían venir más. Me dieron el alto. Me detuve. Arrancaron todos y la comitiva no culminó con ningún cochazo de jeque o con un mercedes blindado con los cristales oscuros sino con una furgoneta antigua y cutre cargada de compuestos tóxicos, material radiactivo, armas o vaya usted a saber.

Otra incursión en la ciudad a la hora en que se quita las legañas, me hizo ver que los patinetes crecen exponencialmente (pasó una chica de negro, falda mínima y medias negras con una ligera carrera, no importa). Que hay más homeless (o son más tolerados por el actual gobierno, lo que me parece muy bien) amparados en toda clase de vestíbulos y que, compruebo, han perfeccionado las técnicas de habitabilidad de los cartonajes. Los había incluso bajo las recias columnas corintias de la vieja delegación de Hacienda, por fin Hacienda hace algo de justicia distributiva.

Van llegando desde casa (sea lo que sea lo que tienen por casa) los pedigüeños, que ya tienen enfundado en plástico el cartel de sus llagas y males. Se reúnen al amparo de un zaguán que no diré y se reparten la ciudad. No lo diré porque creo que han expulsado al pedigüeño del bingo del que les hablaba el otro día y los mendigos nos hacen un favor. O los respetáis o no os contaré más historias y hablaré de Ribó y Oltra como hacen las personas de bien.

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