La definición de las palabras tiene la culpa de abrir surcos de críticas y enterrar en ellos a muchas personas. ¡Alabado sea el diccionario!

Creo que la semántica es algo global. La definición carece de carácter, circunstancias y elementos implícitos a la naturaleza humana. Por lo tanto, una palabra, la misma palabra, no sirve para todos.

La acción es lo más sublime de la vida; si les hablo de fracaso ¿qué piensan? En algo malogrado. ¿A qué sí? Claro, según el diccionario...

¡No se comprende el fracaso! Desde que nacemos, la vida y el entorno, nos ponen a disposición del éxito. Y, además, en cada etapa, nos lo dicen con un tono distinto. Socialmente está mejor visto fracasar de joven que de adulto. Hay momentos del día que hablamos con tanta vehemencia... ¡Fulano fracasó!

Algunas personas, las que acompañan la definición con risas, no pueden ver más allá del diccionario. Cada persona es un mundo, debemos tenerlo presente a la hora de repartir dogmas y palabras. La vida es similar al mar: unos días sube el nivel y otros baja. En la mímica de la prudencia está el éxito, sí, el éxito de saber que al camino del esfuerzo nunca se le puede llamar fracaso.

Nos educan para ser exitosos y perfectos, pero afortunadamente la vida no acuña palabras; en el acto de la vivencia podemos ver que lo que nos sostiene no son las definiciones; somos el resultado de nuestro valor y nuestra experiencia. Entre otras muchas cosas...

La vida es un hecho extraordinario, lo más bonito es que de un campo pisoteado pueden nacer bellas flores. Cada experiencia nos brinda un aprendizaje. El fracaso no es algo que genere una separación con la vida, al contrario, todo lo vivido es un enseñanza de algo.

Lo mismo sucede con el fracaso, pienso que debemos empezar por descartar las definiciones que agrupan y segmentan, en el devenir de la vida todo esfuerzo merece un respeto. Por supuesto, todo es una opinión subjetiva...

La vida es tentativa; no debería asustarnos el verbo vivir, peor aún: condicionarlo. Los valerosos persiguen los hechos, se identifican con el agua y la piedra.

Sin entusiasmo no penetramos, ni tan siquiera llegamos a rozar... ¿Has visto? El agua es briosa, tranquila, se sacude, disimula y es anhelo de pez. También de rana.

El éxito es un fuego fatuo que deslumbra y hace rechinar las emociones.

El fracaso es amigo de la oscuridad y guarda su color en cofres oscuros.

Saborear la vida, es no darle demasiada importancia, al qué dirán. Es tener impulso y valor, es despojarse de prejuicios. Es saltar, bailar, brincar. Es hacer el ridículo sin temor a la opinión ajena. Es entender que el fracaso es una definición. Y el éxito otra.

Cuando se trata de escalar en la vida, tiramos por la ventana de la definición a aquellos que consideramos rivales...