Estamos en un momento meteorológicamente anodino, en espera de cambios, pero no siempre es así en estas fechas. Es habitual reseñar muchos eventos meteorológicos, especialmente inundaciones o nevadas, con el santoral del día en que ocurren. Aunque algunos amigos aficionados se refieren en sus comentarios al llamado «estiuet de La Purísma», uno más de todos los veranillos que se citan fuera de temporada, en algunas ocasiones en este puente se han dado temporales de lluvia extraordinarios, e incluso alguna nevada histórica. En el sudeste español recuerdo el temporal de lluvia de diciembre de 2004, que empezó más o menos con el puente y durante 15 días acumuló cantidades a superiores a los 200 e incluso 500 mm, o el de 2016 que fue un preludio del de mediados de mes. No obstante, hay una fecha especialmente recordada, a la que me voy a referir aquí con una cita completa aparecida en la Gaceta del Levante en diciembre de 1926, a raíz de la Gran Nevada de ese año, pero pare referirse a otra mucho mayor, acontecida en la Purísima de 1883. «Nevada evocadora. Hay fechas que tienen la virtud de pasar a la posteridad... ¿Quién no recuerda la famosa nevada de la Purísima? ¿Quién ignora los detalles de esta terrible nevada, transmitidos de padres a hijos? Aquella devastadora caída de nieve, marcó una fecha en el pueblo alcoyano, que sirve de referencia y cotejo, hasta para precisar años transcurridos y multitud de menudencias de la vida íntima€ Desde hace 44 años, hasta la fecha, no ha nevado con la cantidad suficiente, para que se pueda mentar la nevada de la Purísima, sin notorio agravio a la grandiosidad de ésta€ En la nevada de la Purísima, después de aliviados los tejados de su carga impoluta, que ineludiblemente iba a parar en la calle, formaba tan crecida barrera, que aislaba por completo a los transeúntes de opuestas aceras. No se veía siquiera el pico de los sombreros de los antípodas. No hemos llegado a ese extremo, en esta nevada de 1926 y en los días de Navidad, pero... casi llegamos a la meta. Con un poquito más de esfuerzo, queda en ridículo la nevada por antonomasia, la de la Purísima».