Tengo, como todos, un dilema (y digo uno por abreviar, porque tengo montones, como todos). Ahora mismo no sé si debo escribir ininterrumpidamente de y contra Vox hasta el agotamiento y la náusea lectora, o bien, por el contrario, silenciarlos, como el que no dice nada a pesar de que el pedo resonó inequívocamente en el entierro. En realidad, ese dilema se sustancia en una inevitable disyuntiva: lo que uno escribe ¿es una advertencia vade retro o una convocatoria «venid y vamos todos»? A las pruebas empíricas me remito: parece que Vox empezó a existir en serio, con esa insoportable levedad de su presencia, a partir del momento en que los demás empezaron a hablar de Vox, porque antes Vox era un grupo afónico, por decirlo así, con poca vox, por decirlo a la latina manera. Eso sí: siempre estuvieron ahí.

En todo lo que uno, inevitablemente, debe leer al hilo de lo sucedido en las elecciones andaluzas, hay algo que no me gusta: esa falta de voluntad tras el relato admonitorio del lobo. Ese que viene el lobo, que viene el lobo y, finalmente, vino, siempre me resultó extraño, ajeno, con mentalidad de oveja. No sé: ni lobo, ni oveja, ni siquiera pastor y, mucho menos, miedo. Su discurso xenófobo, homófobo, antifeminista, centrípeto y bravucón siempre estuvo ahí y, sin embargo, siempre tuvimos mejores argumentos que oponerles.

De Vox sí me llama la atención que ese señor que los preside, más rancio que viejo, hable de que con ellos se inicia la Reconquista, supongo de la España eterna de anteayer, la de los miopes que no ven bien de lejos. (En su día, también sonaba extraño y leovigildo que, cuando el PP se hizo con la alcaldía de Alacant, la doblemente eufórica Bonig hablara del inicio de la Reconquista de la Comunitat Valenciana por el sur.

Ya ven: del palo Popular salió la astilla de Vox, de ahí lo contentos que están: habiendo perdido los dos, parece que hubieran ganado ambos. Vox Populi). Es maniqueo, pero parece que mientras la izquierda se afana en conquistar nuevos derechos, la derecha lo haga en reconquistar viejos territorios que consideran suyos, como si existiera una España esencial y profunda que les perteneciera.

En fin y por no decir más: si un decálogo es el conjunto de los diez mandamientos en la religión cristiana, las 100 medidas que Vox presentó en Vistalegre o Vistalfrente, y que han votado 400.000 andaluces, son una hecatombe que coincide en flagrante contradicción con el 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Congreso en La Nau los días 10, 11 y 12 de diciembre).