Una insistente pregunta aparece una y otra vez en el aula: ¿Qué es el fascismo? La plantean chicas y chicos de la ESO, tan ensimismados en sus redes sociales como alienados por el capitalismo, indiferentes a los problemas mundanos -tan suyos, tan míos- e incapaces de ponerse un chaleco amarillo a la francesa… ¡Ay, qué pena! Toda interrogación es un horizonte de posibilidad, aunque, ¿siempre? En absoluto cuando se trata del alumnado de nuestro país, apático, soporífero, anodino: un huevo sin sal, vamos. Algo falla en el sistema educativo - y en la neurona del estudiantado- si se ignora la memoria histórica, si ignoramos las miserias de la humanidad, si desconocemos el funcionamiento de la psicología de masas y su fervor fascista.

Atendiendo a Wilhelm Reich, autor de Psicología de masas del fascismo, el fascismo, además de una ideología, es una estructura de carácter: la represión sexual propia de un modelo de familia autoritario, patriarcal, ha creado individuos frustrados que se dejan seducir por líderes políticos que reproducen esas estructuras autoritarias de la familia. El fascismo nunca ha desaparecido, siempre está presente porque, como decíamos, su lógica escapa a una comprensión limitada de la realidad. ¿Y si el fascismo acaba siendo un «deseo»? A sabiendas de esta pulsión fascista, ¿qué podemos hacer en las aulas? Por el momento lo contrario a las prácticas cotidianas cargadas de quimeras y delirios. Es una inmoralidad en toda regla que nuestra juventud ignore la mera definición del término «fascismo». Si los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, ¿en qué planeta o universo pulula nuestro alumnado?

El profesorado tiene la obligación y el deber de ejercitar el pensamiento en sus aulas. Analizar el fascismo, sus raíces, naturaleza, consecuencias, en fin, esas lecciones esenciales en el mejor programa educativo conocido hasta hoy: el de la República. ¿Será que algunas profesoras y profesores desean el fascismo movidos por sus frustraciones ocultas? ¡Reich sabrá! Si algo parece obvio es que la educación es ideología. Cuando no la hay o se apela a la supuesta neutralidad, entonces se trata de ideología capitalista y fascista. De ahí la imperiosa tarea de educar en la ideología republicana, feminista, marxista. Esta sigue siendo la que apuesta por un mundo libre, igualitario, sin tiranía capital ni alianza patriarcal, combativa con la desigualdad e injusticias. Un trabajo educativo necesario en las aulas, camaradas.