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Sólo trata de no ser un gilipollas

Los ejecutivos de Wall Street destierran a las mujeres como reacción al #Metoo

Los ejecutivos de Wall Street están empezando a aplicar la llamada “Regla Pence”. Informa Bloomberg que los machos alfa de la jungla económica de Nueva York han pillado miedo a las mujeres y se están aplicando el férreo mandamiento que rige la vida del ultracristiano Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos. Pence se ha impuesto no estar jamás a solas con una mujer si no es en presencia de su esposa. Explica que así elimina la tentación de la carne, aunque cabría preguntarse si huye del revolcón o se muere por hacer un trío.

A los hombres de Wall Street les está viniendo la regla Pence porque, según ha investigado el canal de información económica, el movimiento #Metoo les ha metido el pánico en el cuerpo y temen acabar señalados como agresores sexuales. Bloomberg entrevistó a 30 altos ejecutivos y la sensación generalizada es la de estar caminando “sobre cáscaras de huevos”, confesaron. Así que, como medida preventiva, evitan viajar o trabajar a solas con cualquier compañera y mucho menos si ésta es joven y atractiva. Nada de salir, hombres y mujeres, a tomar copas juntos después del trabajo. Nada de permanecer con una mujer en habitaciones sin ventanas. En el ascensor guardan una prudencial distancia de seguridad, no sea que las terroristas del feminismo hagan estallar su siempre cargado sujetador bomba. La reacción al #Metoo ha sido desterrar a las mujeres, esas máquinas de matar reputaciones.

Según detalla Bloomberg, la ridícula regla Pence -que presupone una humanidad compuesta por sátiros y arteras brujas- está convirtiendo a la mujer en una figura apestada en Wall Street. Uno de los efectos más evidentes es que empiezan a escasear los mentores masculinos senior que se brinden a ayudar en su carrera profesional a jóvenes prometedoras.

Los machos de Wall Street ya no saben cómo relacionarse con las hembras de la jungla del dinero. Uno de ellos le preguntó a su esposa, abogada, qué debía de hacer para no ponerse a tiro de una denuncia por acoso sexual. El consejo de la esposa (que aprovechó en su favor la flaqueza del cónyuge) fue que nada de cenas de negocios si el otro comensal era mujer y tenía 35 años o menos. Otro de estos ejecutivos citados por Bloomberg buscó otras estrategias para que nadie le hiciera un weinstein. Primero pensó que, si tenía que reunirse con una mujer joven, dejaría siempre abierta la puerta del despacho. Luego pensó que mejor sería invitar a una tercera persona como testigo. Finalmente, se le iluminó la bombillita. ¿Cómo tratar a las compañeras de trabajo para que nadie te acuse de utilizar tu poder para lograr favores sexuales? Esto fue lo que le dijo su conciencia: “Sólo trata de no ser un gilipollas”. Bastaba sólo con eso.

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