En los años 1932-33 el campesinado ucraniano fue castigado con una hambruna provocada artificialmente por el régimen de Stalin que originó más de diez millones de muertos y cuatro millones más de afectados. Tan horrible genocidio tuvo como finalidad exterminar cualquier expresión de identidad política y cultural y el derecho de autodeterminación del pueble ucraniano, frente al régimen de terror totalitario impuesto por Stalin.

Se colectivizaron todas las granjas y se fijaron cuotas de producción imposibles de cumplir, requisando las brigadas de incautación enviadas por Stalin toda la producción y reservas de las familias, asesinando a los que se oponían y condenando a graves penas de cárcel a los que intentaban desplazarse a otras regiones de la URSS no afectadas, así como prohibiendo el suministro de alimentos a las aldeas ucranianas. El resultado: mientras la URSS vendía a bajo precio el trigo incautado de Ucrania en el exterior, millones de familias, especialmente niños, murieron de hambre en Ucrania.

Este horrible genocidio, quizás cuantitativamente el mayor de la historia de la humanidad, fue durante décadas, negado y silenciado por el régimen comunista imperante en la URSS y desconocido en consecuencia por el mundo libre. Silencio y ocultación de la masacre de un pueblo por su rechazo a un régimen totalitario que hace más necesario que nunca su divulgación y repudio por la comunidad internacional por razones de solidaridad y de reafirmación en la defensa de los derechos humanos, el principal de los cuales: la vida, se negó en este caso a millones de personas.

Al poderse conocer tan horrible masacre con la caída del régimen comunista, la 58 Asamblea de la ONU, apoyada por 63 países, reconoció la gran Hambruna artificial (Holomodor en ucraniano) como la gran tragedia nacional del pueblo ucraniano.

En 2008 el Presidente de Ucrania Yuschenko hacía un llamamiento a todos los Parlamentos para que condenaran dicha tragedia, habiendo obtenido ya el apoyo de un gran número de países.

Como manifestó Yuschenko:

El mundo debe saber la verdad sobre todos los crímenes contra la humanidad. Solamente de este modo podremos estar seguros de que la indiferencia jamás inspirará a los criminales.

En este sentido ya el Parlamento español en 2008 y los Parlamentos autónomicos de Cataluña, País Vasco y Baleares emitieron Declaraciones Institucionales de apoyo al pueblo ucraniano y de condena del Holomodor con motivo de su 75 Aniversario. Y en este sentido hemos instado a nuestras Corts Valencianes a que se manifiesten. Y esperamos de su sensibilidad que así lo harán.

La Fundación por la Justicia entiende que la condena del Holomodor es no sólo una manifestación de solidaridad con las víctimas del pueblo ucraniano, sino sobre todo un imperativo ético de estricta justicia. Para quienes apostamos por la promoción y defensa de los derechos humanos como único futuro posible para la humanidad, la condena de todo genocidio que arrolla dichos derechos es obligatoria.

Si la violencia históricamente sólo ha engendrado violencia, un mundo en paz sólo podrá conseguirse con el rechazo universal de todo sistema o acción política que la conlleve o que implique un ataque a los derechos humanos. Un genocidio es el horror total, pero por triste que sea la historia, no podemos traicionarla ignorándola. Debemos recordarla para aprender de la misma y evitar su repetición. Y a ese recuerdo invitamos a nuestro Parlamento autonómico, con la confianza de que no nos defraudarán.