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Tierra de nadie

Para aliviar la espera

Se cierran más bares de los que se abren y se muere más gente de la que nace. El acabamiento como tendencia. El mundo viene consumándose desde el Big Bang (el mundo y la novela, que cuando yo empecé a escribir ya estaba muerta). Las series de televisión, en cambio, se reproducen como hongos y constituyen un tema de conversación que viene a echarnos una mano en las situaciones complicadas. Se habla de ellas en los tanatorios, en las entrevistas de trabajo, en las reuniones familiares, en el metro, en el Parlamento, en el autobús, en la oficina. No sabemos si en el siglo XIX, conocido como el de la novela, se discutía sobre lo último de Balzac en la cocina mientras el abuelo agonizaba en el dormitorio. Nos preguntamos si este florecer de las series implica el agostamiento de cierta clase de imaginación doméstica.

A ver, ¿quién sabe hoy arreglar un enchufe, un grifo, una cisterna que gotea? He ahí formas de curiosidad también en peligro de extinción. Antaño había en la tele un programa de bricolaje, ya desaparecido, creo, a favor de los espacios dedicados a los fogones. La gastronomía interesa tanto, si no más, que Narcos, por citar una serie de éxito. Significa que no todo se acaba, solo lo importante: los bares y los bebés, citados al principio de estas líneas. El matrimonio aguanta porque no hay forma de divorciarse con el precio de los alquileres. Pero aguanta mal, según las tesis doctorales. Hay parejas que dividen la casa por la mitad dejando el cuarto de baño en el medio y un pasillo humanitario, de uso común, para llegar a la cocina.

Pero no nos perdamos en particularidades, en excepciones, en extravagancias. Lo que pretendíamos era traducir un sentimiento general de que la realidad, tal como la conocemos, da muestras de agotamiento, como si la hubiéramos exprimido demasiado. Fíjense en la desaparición de los fondos a plazo fijo de los bancos. Esta fórmula constituía una modalidad de ahorro que daba por supuesta la existencia del futuro. Pero el futuro está liquidado, de ahí que cierren más bares de los que abren y muera más gente de la que nace. El mensaje, en los dos casos, es idéntico: no existe el mañana. ¿Cómo aliviar la espera del fogonazo final?: viendo series de narcotraficantes y programas de cocina con una estrella Michelín.

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