«Moltes veus és que el vent ès fortunal,/

tant que no pot sortir sens lo contrari,/

e cella clau que us tanca dins l'armari/

no pot obrir aquell mateix portal».

Ausiàs March, segle XV

Entre los lugares secretos de París está la colina de las codornices -la butte aux cailles- en el distrito 13. Un remanso de paz que preside la place de la Commune y la rue des cinq diamants. Un símbolo de la Europa de siempre. El afán de los políticos de nuestros días es embaucar a los ciudadanos que los eligen y una vez conquistado el poder, servir a los señores y a los intereses que los aúpan y financian. Hace años el cantante country Tom Paxton escribió una letra con música solemne y aire galés, que decía: «Cuando los príncipes coinciden, los pobres pequeños hombres deben temblar». Europa—Viena, Budapest, París, Varsovia, Roma, Sevilla, Londres, Belgrado--arde a manos de xenófobos y euroescépticos, conectados por su desesperación y la anarquía. Los extremos—a derecha e izquierda-- coinciden en su ansia por hacer estallar el orden establecido. Unos desde el poder y otros desde la algarada callejera. Algunos apoyados, como el Brexit, por Donald Trump.

Perplejidad. El estado de ánimo que embarga a la sociedad bienpensante es de perplejidad. Ante la inquietud y la frustración. La sociedad valenciana está agotada. Cansada de esperar señales de optimismo que le permitan afrontar nuevas etapas. ¿Por qué se nos hizo creer en 2017 que la justa financiación autonómica era un buen motivo para salir a la calle, cuando a finales de 2018 se ha abandonado la causa, con la pasividad de unos dirigentes—económicos, empresariales y políticos—que miran indecentemente hacia otro lado? ¿Contra qué hemos de combatir para superar la ausencia de razones que permitan al País Valenciano salir de la tierra de nadie en que se encuentra? .

Corruptos. En un recorrido ideológico, el gobierno del Botànic—PSOE, Compromís y Podemos-- tiene el compromiso de ilusionar a los valencianos en el esfuerzo común para, cuando menos, equipararse a la media española y europea. El Partido Popular de Isabel Bonig que encabeza la oposición está podrido por las secuelas de la corrupción que tan bien conocía Mariano Rajoy, el pusilánime. Coinciden PP, Cs y Vox en ser antiautonomistas—y por tanto aconstiucionales. La ensalada mental y la animadversión antiperiférica es tal que lleva a políticos y comentaristas, a descalificaciones políticamente inaceptables que denotan, en unos casos, prepotencia y en otros, ignorancia del acervo jurídico-institucional que rige los destinos del Estado.

Ser o no ser. Las autonomías no son las culpables de la situación actual que ha sido auspiciada desde el antiautonomismo de los independistas y dela derecha centralista. No se puede vituperar y ofender mientras se pone la mano a fin de mes. Menos aún, como ha sucedido, arruinar y robar en las autonomías para asfixiarlas y acabar con ellas. Sobre los delitos fiscales y penales tienen el ético, más indigno. En España rige un barullo entre los que se creen en posesión de la verdad celtibérica y los que han ocasionado una estampida secesionista sin respetar ni sus propias reglas del juego. El espectáculo que proporciona el panorama hispano en Europa y en el mundo, es lamentable. Cuando estamos viendo el toreo de salón de Josep Sánchez Llibre, recién estrenado presidente de la patronal catalana, Foment del Treball, socio fundador, con la CEV, de CEOE, se confirma que el poder económico y el político tienden a entenderse.

? Esfuerzo. La pregunta del millón: ¿Quién cree de verdad en Europa? ¿Quién está dispuesto a sacrificarse y a luchar por el proyecto de la Unión Europea? Es fácil maniobrar y manipular en Bruselas. Hasta los rusos lo hacen desde hace muchos años. El caso que interesa es el de quienes estudian, se forman, trabajan, se esfuerzan y se comprometen con un proyecto, que necesita respaldo y comprensión de los Estados Miembros y de las fuerzas políticas.

Crítica y libertad. La Colina de las Codornices está en el meollo de la conciencia europea. Es como un pequeño pueblo en el corazón de París. Calles con adoquines, bares bohemios, el arte urbano, fuentes del siglo XIX o pozos artesianos. Los cafés legendarios de cooperativas industriales o del Comercio. Los restaurantes auténticos de «Les Temps des Cerises» o «Chez Gladines» exponente de la cocina vasca del sudoeste francés. Más allá de la place d'Italie o de la de la Republique, en el cementerio de Père-Lachaise, el muro donde fueron fusilados 147 federados de la butte aux cailles en 1871. Por defender una sociedad más justa y fraterna. Por un espíritu de crítica y de libertad. Quienes guardan su memoria se desgañitan para proclamar: «no queremos mayo del 68, queremos 1871». Y desde luego repudian el vandalismo de diciembre de 2018. Ha mancillado la esencia revolucionaria de París y de la Francia que conforman el núcleo duro de Europa.