Hoy se cumplen 40 años de uno de los tornados más famosos ocurridos en España. Como bien recoge Aemet entre sus efemérides meteorológicas, el 27 de diciembre de 1978 un sorprendente y destructivo tornado se paseó por Sevilla causando innumerables destrozos en naves industriales y techumbres, arrancando árboles y dejando un reguero de decenas de automóviles arrastrados y con importantes desperfectos, así como la guinda de un avión que fue levantado y volteado por la fuerza del aire en el aeropuerto de la capital andaluza. Fue uno de los tornados que abrió la puerta a la investigación científica de un fenómeno atmosférico poco conocido entonces en España. Cuatro decenios después, en cambio, ya disponemos de estudios clarificadores sobre el tema y asistimos a su aparición periódica en redes sociales, internet y los medios de información. El clima de España no es tan propicio como el de otros lugares del mundo, pero aquí también se producen tornados, algunas veces con un marcado perfil destructivo. En el caso del que se produjo hace 40 años en Sevilla, el dato meteorológico principal no es especialmente llamativo: 89 kilómetros por hora de racha máxima en el anemómetro del aeropuerto sevillano, pero como bien saben los estudiosos del tema, los tornados dejan su rastro en el territorio a cuchillo, sin que a ambos lados del pasillo de destrucción parezca haber sucedido nada. Puede haber diferencias abismales entre lo que ocurre en la estrecha línea de paso del vórtice y a tan sólo cientos de metros o unos pocos kilómetros, causando graves daños en su trayectoria mientras que en las proximidades apenas se nota una leve agitación atmosférica. En las imágenes del tornado de junio de 1999 en Navaleno y San Leonardo de Yagüe, en la provincia de Soria, los pinos que se salvaron in extremis parecen mirar incrédulos el agujero abierto en el bosque justo delante de ellos, a modo de cráter, por una tempestad inimaginable. Con frecuencia los tornados se confunden con otros fenómenos violentos asociados a situaciones de tormenta, como los reventones y los frentes de racha, que también generan vientos muy intensos, y hasta hace tan sólo unas décadas la escasez de información reducía su existencia en España a algo anecdótico y testimonial que sólo sucedía muy de cuando en cuando. Sin embargo, estudios como los iniciados en los años 90 por Miguel Gayá y los realizados en los últimos años por otros especialistas nos han ayudado a conocer mucho mejor los tornados en nuestro país y sus mecanismos y zonas con mayor frecuencia de episodios. Aunque España no tenga un callejón de tornados como el de las llanuras centrales de Estados Unidos, aquí también se forman. Los ciudadanos que han sido testigos de alguno no lo olvidan y, a pesar del desconocimiento general sobre ellos en un pasado reciente, casos como el de Madrid en mayo de 1886 aparecen en las crónicas de época para demostrarnos que no son un fenómeno nuevo, sino que ocurren en nuestro país desde hace siglos. En aquellos tiempos, sin embargo, la meteorología aún estaba en pañales y la información era mucho más lenta y limitada que en el presente.