La universidad de Alicante ha iniciado en 2018 el Grado en Gastronomía y Artes Culinarias y, junto a mi compañero Antonio Romero, me he visto en la tesitura de impartir por primera vez la asignatura Turismo Gastronómico y Desarrollo Regional. La Geografía siempre tiene mucho que aportar, gracias a su visión integrada de los físico y lo humano sobre el territorio, pero era un reto demostrar la aplicabilidad de la Geografía a la Gastronomía. La relación entre Gastronomía y Geografía, en lo general, y con el clima, en lo particular, parece demostrada, pero había que intentar trasmitir estas cuestiones a los más de cincuenta alumnos matriculados.

Lo cierto es que Don Jesús García Fernández ya dividía España en la que asa, la que guisa y la que fríe. Es decir, el clima oceánico, continental o mediterráneo determina bastante el tipo de cocina, tanto en función del tipo de productos disponibles, como en función de lo que el clima incide en lo que al cuerpo le apetece. Estamos en fechas de interés gastronómico sumo, y es evidente que a todos nos apetecen cosas distintas en función de donde estemos y del tiempo que haga. A escala global, hemos tenido la posibilidad de describir los países del mundo e intentar relacionarlos con distintas formas de cocinar, y de aplicar la importancia de las denominaciones de origen y de los muchos patrimonios de la Humanidad vinculados a los paisajes agrarios, y con gastronomías concretas como la dieta mediterránea. También las costumbres y tabúes culinarios tienen que ver con lo disponible, y ello depende en buena medida del clima.

En la salida de campo tuvimos la oportunidad de recorrer la provincia de Alicante mostrando los distintos paisajes y su vinculación con la Gastronomía, es especial los abancalados de la zona montañosa, con visitas a las bodegas del Celler de La Muntanya y a la almazara de la Cooperativa Agrícola católica de Cocentaina, para degustar vino y aceite de oliva respectivamente, productos indisolublemente unidos al clima mediterráneo.