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Un año difícil

El paso del tiempo permite ver las cosas desde otra perspectiva, de una forma más relajada y sin ansiedad. El tiempo puede ser un amigo, ese aliado perfecto que te ayuda a comprender mejor los acontecimientos; o puede resultar ser un enemigo, alguien que regresa desde un pasado que parecía superado. Nos balanceamos entre lo primero y lo segundo cuando acabamos de cerrar un año difícil tanto en lo político como en lo social, caracterizado por la sucesión de diferentes circunstancias que, sin duda, serán determinantes en el devenir del nuevo 2019.

Si hay que señalar una fecha, un momento que pueda ejercer como punto de inflexión del año que cerramos, ésta podría ser el 24 de mayo cuando la Audiencia Nacional dictaba la Sentencia del caso Gürtel reconociendo que el Partido Popular se habría lucrado con esta trama de corrupción. Un fallo que resultó ser catastrófico para el Gobierno que moriría políticamente poco después a través de la primera moción de censura que ha prosperado en nuestro país.

Así, a las pocas semanas de aquella sentencia Pedro Sánchez se convertía en presidente del Gobierno, abriéndose una nueva etapa en la política nacional que suscitaba cierta ilusión y ganas, sobre todo, por llevar a cabo una regeneración pública desplazando al partido político que había representado los peores años de corrupción.

Mientras tanto y de forma paralela, Rajoy volvía a su plaza como registrador de la propiedad y el PP afrontaba sus primeras elecciones primarias para elegir nuevos liderazgos y renovar internamente la organización. Una democracia interna que resultó ser relativa al prever una segunda vuelta que servía para corregir por compromisarios el resultado del voto de las bases. De hecho, conviene reconocer que fue gracias a ello por lo que Pablo Casado se convirtió en presidente del partido frente a Soraya Sáenz de Santamaría, quien en realidad fue la ganadora del voto de la militancia. Recuerdo que durante unos meses los liderazgos de Pedro Sánchez y Pablo Casado parecían otorgar al bipartidismo un lugar protagonista en la política nacional; era como si PP y PSOE hubieran vuelto a la escena por la puerta grande.

Aunque en realidad, aquello acabó siendo una ilusión que se vio truncada por lo que podría ser el segundo gran momento del 2018: las elecciones andaluzas. Desde luego, un final de año desconcertante e inquietante como consecuencia de la irrupción de Vox en las instituciones. Llegados a este punto, me atrevería a decir que lo malo no es que haya entrado la extrema derecha en el parlamento andaluz con 12 diputados; lo peor es que lo va a hacer de la mano del PP y de Ciudadanos. Hasta ahora, dos partidos de centro derecha. O, eso creíamos. Andalucía, parece ser el epicentro del terremoto político que está por venir; un laboratorio que, de momento, amenaza con polarizar todavía más la política. Todo un despropósito en un momento en el cual, precisamente, lo que necesitamos es más moderación que nunca. Que la derecha de este país considere que un partido como Vox puede ser un aliado político, es un gran error, una mala noticia. Y es esto precisamente, lo que va a caracterizar la política en el 2019. Un nuevo ciclo cuyas consecuencias electorales, sean las que sean, están a la vuelta de la esquina con las próximas elecciones municipales, autonómicas y europeas. Un escenario, en el que va a ser fundamental la capacidad que tenga el PSOE en los próximos meses para ocupar el centro político y ser el partido que pueda representar a la mayoría de la sociedad.

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