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De la festa, la vespra

La buena noticia política de Sant Vicent Ferrer

El poeta brasileiro Mario de Andrade al describir a sus compatriotas en «Macunaíma» -El hombre sin ningún carácter- afirma que no tienen carácter, porque no poseen civilización propia, ni conciencia tradicional. Somos, en palabras del profesor José Vicente Gómez Bayarri, un «totum revolotum» de los diferentes pueblos y culturas que han pasado, y asentado, por aquí. Somos un producto de múltiples modelos de sociedad y antropología. Y ahora más que nunca. A mí me gusta hacer a diario el ejercicio de observar la tipología de las personas con las que me cruzo por la calle y escuchar sus distintos hablares. Abundan los provenientes de otros países quienes ya viven entre nosotros. Somos una tierra cruce de grandes movimientos migracionales. Nos viene de lejos, la propia fundación de la ciudad de Valencia es romana nos explica Tito Livio.

Ese no tener civilización propia, ser una mezcla de muchas cosas, y ya ni conciencia tradicional seria, de honda fe y ferviente práctica, nos convierte a diario, cada día más, en un pueblo aletargado y complacido entre paellas, mascletaes y cabalgatas. Y parte de contar. Nos falta el brío y el vigor, la savia que da vida al árbol de nuestra personalidad individual y colectiva. Quienes nos han gobernado hasta ahora lo saben bien y aplican, en su misión de mantenerse todo lo que puedan en el poder, técnicas tendentes a satisfacernos en ese aspecto o vertiente social que tanto nos seduce.

Ante, y en medio de esa realidad, hay que felicitar al Pleno del Consell de la Generalitat, y a su presidente Ximo Puig, se haya acordado proclamar el nuevo año en el que ya estamos, 2019, como Año de san Vicente Ferrer con ocasión de celebrarse el VI Centenario de la Muerte del santo más popular de todos los valencianos habidos a lo largo de la historia, una figura a la que no sólo hay que contemplar desde el punto de vista religioso, sino social y político también.

Fray Vicente Ferrer prestó grandes servicios a la sociedad civil y a la política. El Consell de la Ciutat de Valencia acudía a él siempre que tenía un conflicto de entidad. Le encomendó distintas misiones: organizar, pacificar, reglar,€ Era un gran mediador y negociador. Una de las curiosas tareas encargadas fue la de «humanizar» el mundo de la prostitución cuando éramos el gran burdel de Europa. Se empleó a fondo en parar las grandes guerras entre las familias nobles en su época: los Centelles, los Soler, los Vilaragut,€ Fue decisivo en la resolución del Compromiso de Caspe. Y hasta resolvió asuntos de regadíos y sequías poniendo paz entre labradores o señalando fuentes y manantiales cual si fuera experto zahorí.

Está también en la causa precedente de la creación de la Universidad de Valencia, que lleva el nombre de Stvdi General por el que el fundó y en el que dio clase, detalle éste que los historiadores de la misma le suelen amagar.

En el plano eclesial ayudó en gran manera a resolver el gran escándalo de la Iglesia Católica Medieval, el Cisma de Occidente, con el desconvierto de varios Papas disputándose la tierra y sembrando la división y discordia entre sus fieles seguidores. Un buen enredo en el que se metieron los ambiciosos clérigos sedientos de poder y sordos al Evangelio.

Con sus gozos y sus sombras, con sus aciertos y defectos, como todos, es indiscutible que fue un personaje importante de nuestra historia, la local y la universal, cuya vida y obra se desconoce bastante, muy a pesar de su popularidad. Por ello ha sido muy acertado que todos los grupos políticos presentes en las Cortes Valencianas y el propio Consell de la Generalitat, hayan decidido que 2019 sea un año para recordar, comentar, reflexionar, debatir y actualizar a san Vicente Ferrer, al cual habíamos arrinconado y un tanto archivado, apolillado y constreñido en el segundo lunes de Pascua, sin más, con evidente riesgo de que a la larga se volatilizara.

Los políticos en este caso han cumplido, excepción hecha del Ayuntamiento de Valencia que ni está ni se les espera, y han estado a la altura de nuestra historia y tradición, como lo ha estado el Cardenal Arzobispo de València, Antonio Cañizares, que lleva un año ya impulsando el centenario, casi en solitario. A ambos estamentos hay que felicitar la sensibilidad cultural, histórica y tradicional que han tenido. Por ahí es donde podemos encontrar vías para tener o recuperar nuestro carácter y conciencia tradicional e histórica, pues no se puede querer, sin conocer y celebrar.

En las antípodas, ni la mismísima Junta Central Vicentina -que depende del concejal Fuset-; ni Lo Rat Penat -erráticamente dirigida por el apoltronado y nefasto Enric Esteve-; ni muchísimo menos la Real Academia de Cultura Valenciana, co-dirigida por el historiador Martínez Roda, y el interesado arquitecto, Javier Domínguez; están haciendo nada, hasta el momento por conmemorar la efeméride.

La vergüenza de estos dos últimos la están salvando Amics de la Academia que por su cuenta ha organizado una conferencia sobre el santo.

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