Leo con estupor que un equipo de investigación de la Escuela Nacional de Salud ha estimado que en la última década se han producido 93.000 muertes por la contaminación atmosférica. 93.000 personas en España, que se dice pronto, a lo largo de una década. Y veo con estupor también cómo se sigue cuestionando por parte de la derecha las políticas de movilidad tendentes a reducir el principal causante de esta contaminación atmosférica y por tanto, de esas muertes: el coche privado.

Desde hace menos de 100 años, nuestras ciudades, que no habían sido diseñadas para este medio de transporte, se han adaptado a su existencia. Las calles dejaron de ser aptas para que nuestros niños y niñas jugaran por el peligro de atropellamiento, nuestras plazas dejaron de ser atractivas para tomar el fresco porque había que hacer zonas de aparcamiento (por entonces las fincas carecían de estos) y se diseñaron grandes avenidas para que el tráfico fuera fluido y se pudiera llegar a cualquier parte de la ciudad con el coche. Esto ha tenido un profundo impacto en nuestra manera de vivir la ciudad. Las calles dejaron de ser zonas de contacto entre vecinos y vecinas para ser meras zonas de paso.

Por eso era urgente el cambio de modelo de movilidad en València. Llevamos muchos años de retraso con respecto a otras ciudades europeas y españolas. En València, a diferencia de muchas otras ciudades, en lugar de favorecer los medios de transporte no contaminantes, y en primer lugar caminar y la bicicleta, se decidió por el gobierno de la derecha favorecer el uso del coche: desde aparcar en el carril bus por la noche hasta dejar que los coches entraran en el mismo centro histórico sin ningún tipo de restricciones. Todo eran facilidades. Por eso también el gobierno del PP eliminó la Agencia Metropolitana del Transporte. ¿Esto tiene algún sentido? Sí, porque la derecha tiene pavor a reducir el uso del coche, lo asocian a la libertad y al liberalismo económico. Menuda estupidez.

Creo sinceramente que estamos ante un cambio de paradigma en la movilidad que es inexorable. No es sostenible el uso masivo del coche dentro de las ciudades. No sólo por la contaminación, que también, sino porque hay que recuperar el espacio público para los vecinos y vecinas, para que puedan reunirse y charlar, para que nuestros niños y niñas puedan jugar en las plazas sin miedo. Para que nuestros mayores estén seguros en las calles. Porque eso es hacer ciudad: hacer barrios habitables. Miren si no el cambio de la plaza de Rojas Clemente, de un mero aparcamiento en superficie, feo, contaminado a una plaza con árboles y columpios. El barrio tiene por fin una plaza, donde jugar, reunirse, charlar.

Nuestra ciudad vive en un momento muy interesante. De aquí poco deberemos elegir de nuevo el camino que seguirá en los próximos años. Tenemos que elegir entre volver a un modelo caduco donde el coche era el rey de la movilidad en nuestra ciudad o seguir por la senda de la salud pública, la sostenibilidad y el sentido común que hemos iniciado con valentía desde el gobierno de Joan Ribó.