«Pense en un món on els homes/ es miraran cara a cara:/ cada paraula que diguen/ será més que una paraula».

Vicent Andés Estellés, 1970

Retrocedemos en libertad de expresión. Hemos regresado a la vulneración del secreto profesional de los periodistas. Si el periodismo, como oficio al servicio de la sociedad, ha de pervivir, el derecho al sigilo de las fuentes informativas es inviolable. El episodio que han padecido periodistas, del Diario de Mallorca- Kiko Mestre- de la cadena Prensa Ibérica y de la agencia Europa Press- Blanca Pou- en Palma de Mallorca, nos retrotrae a la España anterior a 1967. En plena dictadura franquista, cuando se suprimió la censura previa de prensa. El periodismo es la profesión más peligrosa en su ejercicio. En 2018 han sido asesinados más de 70 periodistas. Vamos al alza. Más de 700 en los diez últimos años y muchos más encarcelados.

Objetivo: Amedrentar.

La incautación policial de los móviles a los periodistas mallorquines, por orden del juez -Miguel Florit- y el registro de sus puestos de trabajo, emite una alarma más sobre el cerco a las libertades fundamentales. Intocables en los países democráticos. No se puede soslayar estos hechos con la enérgica protesta de centenares de periodistas, entre los que me encuentro. Lo peor no son los asesinatos y las detenciones, sino la intención de atemorizar a periodistas y a los medios de comunicación con intervenciones abusivas. Para que se sometan a los intereses espurios de los grupos de presión de naturaleza económica, ideológica, religiosa, mafiosa o del aparato coercitivo del Estado.

Molestar al poder

Parafraseando a George Orwell, si la libertad de prensa significa algo, es el derecho a decirles a los demás lo que no quieren oír. Juan Tortosa ha publicado un libro esclarecedor, con el título Periodistas, subtitulado «el arte de molestar al poder». Cuando no lo conseguimos, algo estamos haciendo mal. El problema no es la amenaza digital ni las nuevas tecnologías. El periodismo vive en crisis existencial. La responsabilidad la tienen las empresas editoras y cada uno de nosotros, los periodistas, que hemos dejado de ejercer nuestro oficio como se merecen nuestros lectores y de acuerdo con los principios que inspiran la profesión desde sus orígenes. Cualquier medio de comunicación no es sólo un negocio, aunque tenga que ser rentable para sobrevivir. Sabemos cómo se hace buen periodismo. Pero hemos renunciado a ejercerlo por comodidad, por dinero, por miedo o por incompetencia. El periodismo no es para cínicos, como dice Kapuscinski, sino para buenos profesionales que sean valientes.

Ignorancia

La sociedad no puede inhibirse. Esta intimidación le afecta. Los políticos no pueden pensar que la guerra contra la información libre y los medios de comunicación, no va con ellos, porque se los puede llevar por delante. Peligran las ideologías progresistas, las liberales y las opciones situadas a la izquierda en el abanico político. Lo que no se perdona es la independencia. La derecha dispone de medios, y de cadenas. Tiene numerosos periodistas en nómina. Bien directamente o contratando a parientes y conocidos. Las multinacionales y los fondos de inversión se afanan en comprar y arruinar medios. No importa. Cada día es más difícil crear un periódico. Es su éxito. Confunden comunicación con propaganda. Desconocen el sutil oficio de informar e influir honestamente.

Gremio doméstico

Ignoran qué es y cómo funciona la galaxia Güttemberg. Este germen está en empresarios, lobbistas, políticos, financieros, arribistas y otra gente con ambición de poder. El periodismo en el País Valenciano siempre ha resultado difícil de digerir. La prensa del Movimiento -franquista- hasta su desaparición fue una aberración y un desastre. La Asociación de la Prensa Valenciana, editora de la Hoja del Lunes, degeneró para ser un reducto sectario con enfoque patriarcal que quebró. Dejó un agujero de mil millones de pesetas. Perdió todo su patrimonio.

Tres atropellos.

En 1958 el director de Las Provincias, Martín Dominguez Barberá fue cesado por presiones políticas, ante la pasividad de su empresa, por desenmascarar la desfachatez del régimen franquista, consciente del riesgo que corría. Martín Domínguez nunca volvió a escribir en Las Provincias. Colaboró en Levante y en el semanario Valencia-fruïts hasta su muerte. El periodista Vicent Ventura, fue de los pocos conocidos fuera de nuestras fronteras en la dictadura. Con proyección internacional, fue perseguido, exiliado, confinado y encarcelado. Tenía vetado escribir en periódicos valencianos. Fue el inspirador de la Unió de Periodistes del País Valencià. Joan Fuster Ortells, el escritor e intelectual de mayor relevancia en el siglo XX, colaboraba en prestigiosos periódicos de Madrid y Barcelona, pero tenía cerradas las puertas de todos los medios valencianos. Agravio vejatorio para el acervo cultural autóctono, que no se subsanó a lo largo de la «ejemplar» Transición en el País Valenciano. Fuster fue víctima de dos atentados terroristas con explosivos -1978 y 1981- en su casa de Sueca.