Como dicen algunos expertos que, por la razón que sea, aun no trabajan para el enemigo, el desmesurado programa de trenes de alta velocidad es el primer causante de la falta de modernización de nuestra infraestructura ferroviaria.
Pero el AVE es moderno a más no poder, ¿no? Sí, pero con la red ferroviaria que heredamos, era como pasar del neolítico a la revolución digital sin estaciones intermedias, ya que vamos de caminos de hierro. El quilo de vía del AVE sale mucho más caro que el quilo de jamón ibérico de bellota, nunca mejor dicho pues en Extremadura aún no lo han catado (el AVE, no el jamón de bellota) y en Aragón, los tractores adelantan al tren de Teruel. ¿Quien fue el chorra que dijo que el hombre «es un ser de lejanías»? El problema es de cercanías y medio recorrido.
Ponernos a competir con japoneses y alemanes a ver quien la tenía más larga, la infraestructura para AVEs, era como no tener para pan y comprar abanicos. O como gastarse la asignación semanal en caviar cuando aun no han llenado la nevera con productos del día: empezamos la casa por el tejado y, siguiendo una tradición secular muy española, usamos las rivalidades entre regiones para practicar una política de campanario (¡No queremos ser menos!), la misma con la que afrontamos los temas del agua. Primero la practicó el PSOE y el PP la llevó a la apoteosis (exasperante).
A raíz del extraño caso del tren que salió de Badajoz se descacharró en Mérida y acabó por expirar en Navalmoral de la Mata, mucho antes de llegar a Madrid, se ha extendido la perplejidad y el asombro entre la ciudadanía. Sobre todo porque el pasaje se quedó sin luz ni calefacción y en vez de mantitas les enviaron a la policía nacional. Muy coherente. Sabía que hay una Siberia extremeña pero el Transiberiano funciona mejor.
Y mientras subvencionamos al 3% de los usuarios, que son los que viajan en AVE, el tren Sagunto-Zaragoza, el de Extremadura y el de Xàtiva-Alcoi, entre otros, languidecen acumulando telarañas e inoperancia a partes iguales. Pero ya no se resignan.
