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Aldeas fantasmas

Comprar aldeas abandonadas parece haberse puesto de moda. Y a precios realmente asequibles para economías medianamente pudientes. El despoblamiento del mundo rural y el lento padecimiento de las actividades tradicionales en territorios desfavorecidos van dejando tras de sí un reguero implacable de pueblos fantasmas en los que ya no vive nadie o casi nadie y que más antes que después acabarán desapareciendo del mapa y de las estadísticas.

En un escenario de imparable sequía poblacional, tal vez las administraciones públicas deberían adquirir esos pueblos y aldeas en abandono, rehabilitarlos -lo que generaría mano de obra vinculada al sector de la construcción- y repoblarlos con familias inmigrantes bajo la condición mediante contrato de recuperar usos tradicionales de la economía local y derecho a compra posterior de la vivienda ocupada.

Recuperar la vida de los pueblos de nuestra geografía más castigada supone una propuesta de generación de empleo y actividad económica. Si las aldeas fantasmas se recuperan con familias jóvenes que engendrarán hijos, a la larga harán falta escuelas y maestros. Y del trueque inicial de mercancías de producción propia se pasará, con el tiempo, a la instalación de tiendas y bares. Además de la evidente aparición de iniciativas de turismo local y actividades de ocio al aire libre. Aunque languidezca, el medio rural dispone aún de numerosas fortalezas. Un asunto de debate a tener en cuenta de cara a las próximas elecciones autonómicas.

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