A las mujeres no nos dan oportunidad para nada», afirmaba la actriz Concha Velasco; «El día que cumplí cincuenta años dijeron que se me iba a romper una pierna, que estaba a punto del climaterio. Para nosotras, lo difícil es ser mujer, mujer y además madura». En aquella entrevista realizada en una pequeña estancia del hotel Meliá Plaza destinada a recibir, privadamente, a los medios de información, esta gran figura de la interpretación no hizo más que resaltar lo que tristemente es ostensible en todos los ámbitos de la sociedad y, por ende, también en las Artes Escénicas, la dominación de una sociedad heteropatriarcal donde la violencia machista se difumina desvirtuándola. Con mensajes partidistas se trata de inculcar regresión y despotismo, en un siglo de expansión interestelar en el que la sonda Voyager 2 ha llegado al límite del sistema solar, tras cuarenta y un años. Lanzada al espacio en mil novecientos setenta y siete por la NASA (en España, entonces, estaba el gobierno de UCD, y al frente del Ministerio de Educación y Ciencia -pero ¿qué ciencia?- estaba Íñigo Cavero Lataillade, Barón de Carondelet y de la Torre, Marqués de Aynsa y padre de Pablo Cavero, ex concejal, el más rico del PP, del Ayuntamiento de Madrid, «la venta de pisos del IVIMA a Goldman Sachs sigue rodeando al concejal madrileño Pablo Cavero» subtitulaba un artículo en el "diagonalperiodico.net" 20/11/15); en pleno contubernio nacional. Aquí, por aquél entonces, sobre la investigación aeroespacial se sabía lo que Luis García Berlanga reflejaba en su película «Calabuch» y pare usted de contar. Apuntar a modo de información que la gestión del proyecto Voyager, corrió a cargo de una mujer: Suzanne (Suzy) Dodd, la cual, en la página «solar system.nasa.gob», resalta la importancia de la historia para "obtener una perspectiva sobre como los efectos del pasado afectan al presente y el futuro".

Componendas verborreicas retrógadas y majaderas, no son más que mastuerzas estrategias para regodearse en un estatus de poder que necesita obviar la letal realidad. «Intentó meterme mano un señor al que le di un tortazo que le puse la cabeza contra la pared. El pobre tonto no sabía que ya había firmado el contrato con Cesáreo González-nada menos- y este era el jefe de producción. Me empujó contra la pared e intentó darme un beso». Esta fue la confesión de la actriz de cuna castellana «muy comunera», Concha Velasco, poseedora de imperecederos recuerdos marroquíes «me he criado en el desierto del Sahara, en Larache».

La teoría defendida por el doctor en bioquímica Rupert Sheldrake, viene a decir que mediante los campos morfogenéticos (Campos-M), aquellas habilidades aprendidas por un ejemplar influirán en otras generaciones. ¿Explica esto la bochornosa o malvada conducta replicante de congéneres, más o menos coetáneos, repartidos por el orbe? Si a partir de los seis años, en el ser humano, el pensamiento se hace más analítico según P. Osterrieth, ¿por qué ante extravagancias retóricas que apelan a las emociones, este se nubla?

Existencialismo, surrealismo, teatro del absurdo (antiteatro), actor místico, happening, teatro balinés, teatro Kathakali, pantomima, dadaísmo, títeres, teatro sacrocristiano, teatro patafísico, teatro de la crueldad. El rumano Tristan Tzara (Samuel Rosentock), reivindicaba el escándalo como necesario.

«En la vida hemos recibido un reconocimiento más merecido que este», declaraban ante una concurrencia empática y devota, joven y madura, profesional y pública Hadi y Ana Kurich, fundadores de la compañía villarealense Teatro de la Resistencia que, tras veinticinco años de trayectoria, recibía el premio AVETID 2018. Nuria Espert, también galardonada, dirigiéndose a las nuevas generaciones aseveró: «Sois la nueva gente ya preparada». ¿Preparada? ¿Preparada para ver como la juventud se les evapora y la ilusión se cubre de telarañas? Miguel Rellán para la La Cartelera del Levante-EMV, confesaba «Pronto me di cuenta de que si no hacía de todo me moriría de hambre. Este oficio es cruel y hay muchos actores que trabajan muy poco e intentan trabajar algo para ver si cotizan al final». Toni Pastor, gestor cultural y docente Teatral en la Escuela Superior de Arte Dramático de València, estatuilla en mano, animaba a romper cadenas a esas nuevas progenies escénicas «Hay vida fuera de esta ciudad (Valencia). Hay que salir».

En un circuito donde las producciones de teatro público no llegan a las tradicionalmente denominadas provincias, las jóvenes generaciones se las apañan para desarrollar su vocación a pesar de las carencias; «Los jóvenes se mueven, crean microteatros, pequeños espacios donde representan obras sin cobrar. Monólogos, diálogos, montajes que no sobrepasan los cinco o seis actores», comentaba la actriz Julieta Serrano en charla personal llevada a cabo en el hall del hotel Bristol, frente al palacio del Marqués de dos Aguas. Julieta Serrano, nuevamente «chica Almodóvar», haciendo gala de una sorprendente memoria, relató sus inicios actorales: «Lo primero que hice en profesional fue debutar en Valencia con el Diario de Ana Frank». Tamayo había formado compañía B y la trajo al teatro Eslava, ¡que se lo cargaron!".

María Ángeles Fayos, presidenta de la Asociación Valenciana de Empresas de Teatro y Circo, confesaba públicamente el deseo de «que todo el que sale de la ESAD (Escuela Superior de Arte Dramático) pueda trabajar»; mientras Nuria Espert valoraba la función de gestores y gestoras. Pero, en ese aspecto, hay lo que hay.

Julieta Serrano, insigne protagonista de Mi querida señorita, película de Jaime de Armiñan, con excepcional guion que abordaba la transexualidad, ¡con el franquismo a tutiplén!; subrayaba: «Son muchas las escuelas privadas y todos (todas) quieren ser actores (actrices), pero no tengo muy claro si quieren ser actores (actrices) para salir en la tele».

«La actividad de los (las) practicantes del arte teatral comprometido tienden a desvinculares de la cultura dominante, descrita por Foucault como «el discurso dominante» para, así, mantener una postura de oposición y desafío hacia la misma, de tal manera que las estructuras de poder y sus mecanismos de actuación queden al descubierto». (Revisiones críticas del teatro alternativo británico: 1968-1990, José Ramón Pérez). Pero. Tal como sentenció Paco Algora poco antes de morir: «El teatro hace pensar y eso no interesa. Me consta y sé evidentemente que hay caza de brujas» (Levante-EMV).

El Corral de la Olivera en Valencia, en el siglo diecisiete, era uno de esos recintos teatrales donde se representaban obras a las que tan aficionado era el pueblo español de cualquier estrato, a ellos las mujeres acudían con la única compañía de alguna conocida, situándose en la denominada «cazuela» exclusiva para ellas; los hospitales de la época se sufragaban mediante la recaudación teatral y en el elenco de las compañías contaba con actores y actrices hasta un total de dieciséis; según recoge el trabajo publicado de Carmen Sanz Ayán.

Mujeres principales en las Artes Escénicas han luchado sin desmayo por otorgar nuevas percepciones y así lo manifiesta Julieta Serrano: «Josefina Molina, Juliette Colette me han aportado muchísimo. He sido más bien feminista, es lo normal en estos momentos, en este país, tratar que la mujer se abra camino»; así mismo, y con tono tajante, la recientemente distinguida con el Premio Nacional de Teatro, alegó: «Como decía Simone Signoret, puedo hacer de fascista si queda claro que el fascista es una hija de puta».