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A vuelapluma

La aspirina del olvido

El olvido es la aspirina nuestra de cada día en esta sociedad entre líquida y gaseosa. Eso pensaban los mismos que un 15 de septiembre de 2016 reprobaron a Rita Barberá y le pidieron el acta de senadora y ahora han querido reivindicar «la buena herencia» de la exalcaldesa. No contaban con que en tiempos de extremismos los instintos más primarios afloran rápido. María José Català acaba de comprobar que las flores no duran ya ni 24 horas y que cada vez vale menos aquella frase de Cánovas del Castillo de que hasta una banda de ladrones necesita lealtad (no es una referencia al PP, no entiendan mal).

Ya sabe que no le espera un sendero de gloria. Y no solo por las heridas internas que permanecen abiertas. El estrenado poliamor de la derecha no contempla hegemonías de nadie y en el nuevo trío el PP carga con la imagen de lo viejo y la corrupción frente a los nuevos actores. De momento, los principantes están en una cresta de la ola en las encuestas y el PP, no, a pesar del recambio en Génova. ¿Bastará el tono amable, la sonrisa cercana y el discurso moderado (hasta la fecha, al menos) de Català para dar la vuelta a esta tendencia?

El día de la verdad, no obstante, será aquel en el que tenga que pronunciarse con hechos sobre Vox. De momento, Catalá solo ha dicho que el PP no está en la ultraderecha porque ella nunca estaría en ese carril de la política. Es cierto que el PP ha dejado fuera del acuerdo las propuestas más radicales de Vox, pero no ha dejado de pactar con quien ha dejado claro donde se sitúa con una carta de presentación sin complejos. Tras las 19 medidas de esta semana, el PP ya no puede negar a Vox su condición extrema. Le queda tirar del argumento de la simetría. Extrema izquierda y ultranacionalistas llama Pablo Casado a Podemos y Compromís, respectivamente, en una declaraciones hoy en este diario.

Proponer el fin del Estado de las autonomías, como hace Abascal, o el de la monarquía, como Podemos, o el de la independencia de Cataluña, como PdeCat y ERC, son planteamientos políticos legítimos y defendibles, siempre que sea sin violencia, aunque supongan salirse del marco constitucional. El peligro de la nueva extrema derecha española viene del cuestionamiento a algunos de los valores que han hecho avanzar la democracia europea desde la Ilustración. Quizá la leve penetración en España de aquel movimiento histórico explica la ausencia ahora de las líneas rojas que sí se ven en Francia o Alemania. Querer derogar la ley contra la violencia machista y, por ende, el sistema de protección de las mujeres o las normas de garantías de derechos a gays, lesbianas y transexuales es una patada al sueño de la igualdad entre personas sin mirar sexo u orientación sexual. Querer expulsar a 52.000 inmigrantes ilegales en Andalucía es un golpe bajo a los anhelos de fraternidad y solidaridad entre personas de distinta raza y origen. El pacto alcanzado por el PP es con quienes ven peligrar su supremacía. Antes o después, la candidata Català se verá en el dilema de pactar o no con ese frente. ¿Ganará la política moderada o la pragmática?

Puede que el momento no esté tan lejos. La principal conclusión de la encuesta que acaba de realizar Compromís es que el futuro del Botànic pende de la pervivencia parlamentaria de Podemos. Los morados estarían cada vez más cerca de caer por debajo del listón del 5 %. Al final, la continuidad del Botànic va a depender de la movilización de la izquierda y de si Podemos resiste o pasa en una legislatura de conquistar los cielos a ser historia. Todo es veloz y vaporoso.

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