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El sueño de la razón engendra el caos

El sueño de la razón engendra el caos, habría que decir, parafraseando a nuestro Francisco de Goya, para hablar de la situación cada vez más enmarañada a raíz del referéndum en torno al Brexit.

Porque caos, y no otra cosa, es lo que caracteriza en este momento al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, metido por la irresponsabilidad de un primer ministro tory en un laberinto del que nadie sabe ahora cómo salir.

Aumentan mientras tanto las voces, incluso entre los diputados del partido gobernante, de los que parecen favorecer como ultima ratio una segunda consulta para determinar si existe todavía una mayoría a favor de abandonar la UE.

Pero eso es desoír la voluntad mayoritaria del pueblo, ya expresada con claridad en el primer referéndum, argumentan los partidarios del Brexit sin que parezcan importarles demasiado cuáles puedan ser las consecuencias.

Y, sin embargo, ¿qué hay de democrático en el resultado de una consulta basada en engaños de los políticos y de los tabloides, que no hicieron su papel de control, sobre las supuestas ventajas económicas y sociales del Brexit para la mayoría de la población?

Una segunda consulta tendría la ventaja de que los ciudadanos, al menos los no cegados por el nacionalismo y la nostalgia de un imperio que fue, habrán podido percatarse de que las cosas no son tan sencillas como se les presentaron algunos.

Y tendrían ahora además tres opciones entre las que elegir: aceptar el acuerdo negociado con Bruselas por la primera ministra, Theresa May; salirse de la UE por las bravas o seguir enredando en el club europeo con la esperanza de sacar mejor tajada como han hecho tradicionalmente los británicos.

Pero el clima político no está en ese país para matices: uno de los diarios más extremistas, el Daily Mail, llegó a calificar de herejes a los parlamentarios opuestos al Brexit y de "enemigos del pueblo" a los jueces europeos que sentenciaron que el Reino Unido podía suspender su salida de la UE.

Esto es hasta que ese tabloide patriotero cambió de director y de opinión y pasó a denunciar como "saboteadores" no, como había venido haciendo hasta entonces, a los partidarios de seguir en la UE, sino a quienes propugnan un "Brexit" duro, no negociado.

Con seguridad, las cosas serían hoy mucho más sencillas sin un hecho ocurrido a mediados del siglo XII, cuando el rey Enrique II invadió Irlanda, por cierto que con bula papal, e incorporó ese territorio a su reino.

Porque es la existencia de una Irlanda dividida y la continuada pertenencia al Reino Unido de la mitad norte de la isla que fue durante siglos colonia británica el mayor escollo en las negociaciones entre Londres y Bruselas.

El acuerdo de paz de 1998 entre el Ulster (Irlanda del Norte) y la República de Irlanda, que puso fin al largo conflicto entre católicos y protestantes, prohíbe los controles fronterizos entre las dos partes de la isla.

Esa frontera podría continuar abierta mientras se siguiese buscándose una solución, pero ello significaría que el Reino Unido seguiría formando parte del mercado interior y sometido a la legislación comunitaria aunque sin poder de decisión como hasta ahora.

Y esa posibilidad, incluida en el plan negociado por May, genera rechazo en los dos bandos: el de los que quieren seguir en la UE y el de quienes propugnan un Brexit sin medias tintas. Lo dicho: todo un caos.

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