Estamos preocupados por la desertización del planeta cuando nuestro drama parece ser la desertización de los cerebros que lo habitan.

El poderoso efecto que los mass media tuvieron entre los setenta y los noventa (aquel mítico cuarto poder) deja paso a al fenómeno 'personal media' que se consume a través de las redes sociales y WhatsApp y que se conforma en un conjunto de mensajes prefabricados para usted, sin origen aparente, sin línea editorial identificable, sin estructura organizada, que se instalan gratuitamente en su smartphone y golpean su entendimiento 24×7, sin que a nadie le importe un pimiento la veracidad de lo que cuentan (porque puede más lo emocional de lo que se quiere creer cierto que lo racional de la verdad misma, tan cotidiana de habitual).

En este orden de cosas, Mediaset (en España Telecinco, Cuatro, Factoría de Ficción, Boing, Divinity, Energy y Be Mad TV, propiedad de Silvio Berlusconi por más señas) acaba de tomar una decisión que ha dejado sin palabras (en alguna parte sin empleo) a la profesión periodística del país y sin noticias a su audiencia: la abolición de los espacios informativos en su segunda cadena (Cuatro), que no cubrían al parecer la cuota de pantalla ambicionada por la compañía.

De aquellos fines de los medios de comunicación que se estudiaban en la Universidad, a saber la información, la formación y el entretenimiento, Mediaset ha decidido ir comiéndose lo que no le da dinero, la información, y transmutar la formación (que fue siempre una quimera) en deformación y el entretenimiento en oprobio. Son fórmulas probadas para hacer caja, entendida como el monto de las facturas por publicidad (ingresos netos totales de 696,4 millones entre enero y septiembre de 2018).

Paolo Vasile, consejero delegado de la factoría en España, dijo en la Junta General de Accionistas de este pasado 2018 que la televisión privada en abierto cuenta con "la capacidad única e irrepetible para contactar con todo el mundo en el mismo momento, con el mismo mensaje, con el mismo contenido, con la misma emoción" (una capacidad que la Iglesia Católica viene demostrando cierta desde que la Santa Misa se convirtiera en rutina universal). Y con ese panorama, sabiéndose dueño de la voluntad colectiva de su audiencia durante al menos cuatro horas al día, apuesta decididamente por el adocenamiento de sus consumidores y les evita el tedioso momento de encontrarse con la realidad vista desde la profesionalidad de quienes tienen por oficio contarla, sometida a las aburridas normas de la ética periodística.

El 'mensaje' al que se refiere el consejero delegado está desperdigado entre Gran Hermano VIP, Sálvame de lux y First dates. Y no me mola nada. Esa 'emoción' de la que habla debe ser la que ha llevado al poder a Trump o a Bolsonaro, la que ha encumbrado a Vox vía WhatsApp, sin necesidad de hacer uso de los noticieros de la tele.

Sustituir Noticias Cuatro por 'Todo es mentira', Mejide en ristre, va un punto más allá de ser una burla a la inteligencia de los telespectadores. Es la confirmación de que esos mensajes que se lanzan a la audiencia, para ser rentables, deben estar seleccionados, amasados y servidos con criterios de share, garantizando máxima cuota de pantalla y sirviendo (ya que estamos) al consumo ideológico más depravado. Y los otros contenidos, contrastados, elaborados, medidos, trasladados por comunicadores de profesión, no importan.

Vaslile Oficializa el desinterés por el derecho constitucional de los españoles a recibir información veraz al hacer desaparecer los espacios informativos de su segunda cadena y abre una veda hasta ahora respetada por el mundo de la televisión generalista. Ahora veremos cuantos siguen el camino: esto no ha hecho más que empezar.

En la sociedad distópica a la que estamos abocados la información veraz y rigurosa será un objeto de lujo carísimo al alcance de muy pocos o simplemente no será.

No se canse mucho en buscar. Lo que usted quiere leer está en su móvil. Hemos llegado a la Era del Meme. Pero vigile: eso que le cuentan sus fuentes fidedignas bien podría ser mentira.