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Retiro lo escrito

Un almuerzo con el Gallego

-Usted habla de pluralismo como un ingrediente necesario de la democracia. Pero en el fondo lo que me dice es que solo puede haber una democracia. ¿No es un planteamiento muy pluralista, no le parece?

El anciano sonreía amablemente: un esqueleto limpio, pulcro y resistente dentro de una guayabera de un blanco luminoso. Era un cuerpo tan acostumbrado al mundo que parecía poder desconectarse a voluntad del mismo y regresar en cinco años o cinco segundos. Un hombre tan acostumbrado a mandar que podía prescindir de la emisión de cualquier orden. Iban y venían guardaespaldas mulatos, amas con cofia y ojos tristes, camareros uniformados como vicealmirantes arruinados, un par de secretarios susurrantes, pero el anciano no prestaba atención a todos los que se dedicaban a satisfacerlo. El poder era una suave corriente de aire que movía las voluntades en una escenografía perfecta a su alrededor. Bebió un par de sorbos de jugo de papaya.

-Yo creo que no conoce nuestro sistema electoral. Nosotros elegimos nuestro parlamento cada cinco años. Pero para ser elegido candidato (hay dos vías para conseguirlo) no es necesario ser militante del Partido. Es más, a veces no son elegidos candidatos que militan en el Partido. A veces, fíjese usted, gana la candidatura una persona que no es militante del Partido frente a una que sí lo es. No, fuera de Cuba no se conoce de verdad nuestro sistema político. Pero si yo estoy dispuesto a reconocerle que el sistema de su país se basa en principios democráticos, ¿por qué no está usted dispuesto a reconocer que nuestro sistema, aunque con otros mecanismos, se basa también en principios democráticos?

Para el anciano el debate sobre la democracia era una cuestión de educación. Con un poco de educación, caballerosidad y buena voluntad por ambas partes desaparecía cualquier diferencia significativa. Mientras picoteaba algo del almuerzo - un almuerzo espléndido que no le interesó en ningún momento - le recordé la máxima de Fidel en un debate con los estudiantes universitarios de La Habana: “Dentro de la Revolución, todo, fuera de la Revolución, nada”. Volvió a sonreír o quizás sonrió más intensamente.

-Para valorar esa frase hay que saber todo lo que ha cabido dentro de la Revolución. Entonces te das cuenta que es un recipiente muy grande donde cabe mucho. Pero mire, hoy hasta hay cubanos que lo ignoran. El tiempo no pasa en balde. Yo sí recuerdo lo que era Cuba antes de la Revolución, pero no tengo mérito. Soy muy viejo.

Habló con meditada tristeza de Manuel Fraga. Mira que perder las elecciones en Galicia. Y por culpa de los votos de los emigrantes, que es lo que más le dolió a presidente de la Xunta. Ah, la democracia a veces era injusta, sin duda. Le dije, mirando una cortina, que Fraga había sido ministro de Franco. Por supuesto, no perdió la sonrisa. En la Revolución cabían todas las respuestas.

-A un hombre no se le juzga por sus primeros veinte años ni por sus últimos veinte años, sino por toda su vida. Don Manuel Fraga ha sido un amigo de mi país.

Hacía mucho calor. A la salida, al lado de una gigantesca ceiba, un moreno gigantesco acariciaba la pistola bajo la chaqueta. Sonrió por enésima vez el anciano. Propuso caminar una cuadra antes de subir al pequeño cacharro que le servía de coche oficial. Terminó el breve paseo y dijo:

-Podíamos regresar a pie desde aquí, desde Miramar, hasta su hotel, sin problemas. No se deje impresionar por la pistola del compañero. No es que no podamos ir andando por razones de seguridad, es que tengo demasiados años para llegar sin problemas.

José Ramón Fernández se apretó contra la ventanilla para dejarme sitio en el carro. En el viaje de regresó pensé que a ese relato mitológico que se llamaba Revolución cubana le pasaba lo mismo que al Gallego Fernández: nadie le amenaza en la calle, pero es ya demasiado vieja para llegar a ningún lado.

Lo qie lgunos encuentran curioso que la ultraderecha que ha llegado al parlamento andaluz y prepara su desembarco en la próxima primavera en el resto de España haya elegido como leiv motiv no a los inmigrantes, sino a los derechos de las mujeres, básicamente, al derecho de no ser violadas, asesinadas, humilladas, perseguidas o insultadas. Ah y, por supuesto, la ardiente denuncia contra las feministas, y en especial contra las millares de feministas que se han hecho multimillonarias gracias a las subvenciones que conceden a sus organizaciones y colectivos las administraciones públicas en las garras de la izquierda, feminazis criminales cuya principal ocupación es atropellar sobre sus jaguars a los hombres injustamente denunciados. Creo que es por tres motivos: a) es un asunto particularmente querido y valorado por los aficionados al Soberano, por los devotos de la memoria de la mejor mujer del mundo, es decir, su madre, y por los defensores de la familia de toda la vida, modelo Alcántara, que constituyen el grueso de sus votantes; b)es un asunto en el que tal vez el PP - y en la sombra negociadora, Ciudadanos - podrían transigir haciendo un pequeño gesto normativo, en fin, anunciando una futura ley para poner a las quejicosas violadas en su sitio ad calendas graecas; y c) por algún lado hay que empezar para llegar más o menos rápidamente a los moros y sudacas, a la expulsión de sudacas y moros, se entiende, que es una cosa de más enjundia y (suponen estos genios tan españolos insobornables) de mayor complejidad política y administrativa.

Pablo Casado puede practicar todas las maniobras contorsionistas que se le antojen, demostrando que sus articulaciones ideológicas son de una elasticidad ilimitada. Alguien debería decirle que la táctica de pintarse la camisa de color pardo, y empezar a vociferar estupideces parafascistas no suele servir de nada a los partidos conservadores. En las últimas horas el PP --como antes Ciudadanos -ha empezado a reconsiderar su posición, y Núñez Feijoo, desde Galicia, le ha afeado indirectamente la conducta retórica al joven presidente. Y es que existe un amplio consenso en España que comparte que la violencia machista es una lacra social que debe ser combatida. Un consenso que convive - eso sí - con la vigorosa supervivencia de atavismos machistas y de una cultura de la violación que no queremos ver porque - seamos sinceros -nos devuelve una imagen repugnante en el espejo. Hay algo ruin y, sobre todo, estúpido en recordar una y otra vez, cuando es asesinada o violada una mujer en España, que las estadísticas indican que es uno de los países con menor tasa de violaciones de Europa occidental. Solo es asesinada una mujer cada cuatro días, solo son violadas varias mujeres cada veinticuatro horas. No es para tanto. No es para tanto es, precisamente, el título de un libro de una estupenda escritora y alma feminista, Roxana Gay, que reúne una colección de textos (emocionantes, aterradores, melancólicos, repulsivos, indignantes) donde mujeres de toda condición profesional y de todos los ámbitos sociales de los Estados Unidos, y no solo Estados Unidos, cuentan su experiencia: como fueron golpeadas, torturadas, insultadas y violadas. Su agonía, su miedo, su devastación interior. No, no son excepciones. Es dolor en carne viva tan frecuente como el cielo azul del verano o la llovizna en invierno. Una carne machacada, marchita y, hasta hace muy poco, silenciosa.

Entre los relatos que más me impresionaron está el caso de una estudiante universitaria que ama a un chico (estrella del fútbol en el campus) y que durante todo un curso es violada por él casi cada noche. Para ella era un ritual espantoso lleno de humillación y dolor, pero tardó en descubrir que la violaron una y otra vez sin piedad y a menudo con una violencia salvaje. No lo reconocía. No podría reconocerlo ¿Cómo iba a estar violándola, si ella lo amaba? Cuántas historias, cuánto sufrimiento y vileza y cuánto horror atravesado en cada instante de nuestras vidas cotidianas.

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