El fútbol carece de pasado y futuro. La nostalgia y la ilusión nunca ganan partidos. El Valencia CF celebra su centenario con más pena que gloria por la falta de voluntad de sus gestores actuales. Una directiva «com cal» hubiera usado el redondo cumpleaños para organizar un emotivo acto todas las semanas en el territorio blanquinegro para olvidar la pésima temporada de una fecha esperada.
Ese valencianismo pirotécnico aún perdura, por mucho que el populismo se colará en Mestalla hace unos años con consecuencias incalculables. Así nos va. Aunque el VCF escapó al control de sus aficionados, algunos ingenuos todavía creen que pintan algo, cuando son puro atrezo. El club incluso ha dejado de ser una religión porque los fieles ya no son presenciales. Ahora todo se decide lejos, con variables mercantiles alejadas del sentimiento. El presente del Valencia centenario es más negro que blanco, pero nadie lo explica porque insultar es más fácil que razonar.
