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Un segundo referéndum sobre el Brexit

Me preguntaba en un anterior artículo qué habría de malo en que, en vista del caos actual en torno al Brexit, el Parlamento británico decidiese convocar un segundo referéndum.

Tendría esa consulta la ventaja de que, a diferencia de que lo que ocurrió en la primera, los paladines de la salida de la UE como Nigel Farage o Boris Johnson no podrían ya manipular a sus conciudadanos con promesas y datos falsos.

Además de que esta vez podrían votar muchos más jóvenes llegados a la mayoría de edad y que tal vez en su mayoría no quieren ver su futuro hipotecado por una decisión de tal calado.

Tras leer mi columna, me escribió, sin embargo, un buen amigo y siempre atento lector para expresarme su desacuerdo: organizar un segundo referéndum sería, en su opinión, desastroso.

“Imagínate, me decía, que Grecia hubiese aprobado un Grexit y que, después de marear durante dos años a los negociadores europeos, dijese que se lo había pensado mejor y que iba a votar otra vez para intentar quedarse”.

“Todos el mundo diría que quiénes se creían que eran esos griegos de mierda….Es lo mismo que habría que decidir en ese caso de los británicos?,”, razonaba mi amigo para expresar a continuación su esperanza de que no se les brinde a los británicos esa segunda oportunidad.

“De ocurrir eso, sería entonces el momento de marcharse todos de la UE por total falta de dignidad. Y los partidos euroescépticos barrerían en las próximas elecciones al Parlamento europeo”, pronosticaba.

Debo explicar que mi amigo es a su vez un euroescéptico de izquierdas, en desacuerdo, como le sucede al autor de estas líneas, con el rumbo neoliberal impuesto desde Berlín y Bruselas.

Un rumbo aceptado de muy buena gana, hay que añadir, por todos los Gobiernos europeos, lo mismo conservadores que socialdemócratas o liberales.

Coincido también con mi amigo en que el Reino Unido ha sido desde su ingreso en la UE un submarino que no ha hecho más que torpedearlo. Es algo a lo que nos tienen más que acostumbrados los británicos.

Lo único cierto en toda este sainete en torno al Brexit es que una mayoría del pueblo británico ha sido y sigue siendo víctima de un engaño colectivo como es creer que tienen la mejor democracia parlamentaria del mundo y que el Brexit les permitirá volver a ser libres.

Es cierto que ejecutaron a un rey, Carlos I, mucho antes por cierto que los franceses, y proclamaron una república autoritaria con Oliver Cromwell antes de restablecer la monarquía, pero la aristocracia sigue siendo allí propietaria de medio país.

Una aristocracia que, como escribió en su día The Guardian, tiene un largo historial de robo, expropiaciones y violencia y que sigue siendo propietaria de un tercio del suelo del Reino Unido.

Unos cuantos aristócratas, entre ellos el duque de Westminster, el conde de Cardogan o la baronesa Howard de Walden, son todavía propietarios de las mejores calles, plazas o barrios de Londres, lo que les permite seguir cobrando sustanciosos alquileres.

Mientras que esos personajes y muchos otros pertenecientes al mismo estamento no sólo han eludido todo lo que han podido el pago de impuestos, sino que han podido beneficiarse de las millonarias subvenciones de Bruselas a las tierras agrícolas. ¡Para eso sí les ha servido la UE!

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