Nadie mejor que la periodista Mónica Ros para contar -y lo ha hecho de una manera impecable- la increíble y terrible situación en la que vivía una mujer ya jubilada y su hijo discapacitado: en un trastero de 5 metros en València. Obviamente, como se han apresurado a señalar responsables municipales en una reacción a la defensiva sorprendente para una sensibilidad social que se presupone mayor que en la derecha, Rosario no ha sido, ni es, ni será la primera ni la única persona en situación de exclusión social en el cap-i-casal. Desgraciadamente. Las hay. Muchas. Con casos desgarradores, dolorosos y seguramente sin solución para todos. También se ha atendido a muchos en estos años. Con nombres y apellidos como el de Rosario. Por eso no acabo de entender qué ha pasado en este caso en concreto para que el ayuntamiento en vez de intentar solventar con rapidez y compromiso social esta situación de desamparo y averiguar donde estuvo el fallo, se revuelva como si de una ataque personal se tratara. Y es personal, pero en otro sentido. Es personal porque se trata de personas, que es lo que uno gestiona cuando se dedica a la política. Y si nos molesta que se visibilice su situación, nos los tendremos que hacer mirar. ¿ O no?