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Con gusto

Nazarenos y trasteros

Rosario Planas y su hijo disminuido vivían en un trastero y podían asearse por parroquias con el agua de un lavabo, menos mal. Lo denuncia Levante-EMV. A Nazaret le ocurrió algo parecido: se le confinó entre el puerto y sus accesos, le comieron la playa y el cine de verano, le apretujaron contra el fondo como en un vagón de metro a las siete de la mañana, sólo que el fondo ya no era el mar de Sorolla sino algún descampado con grúas.

A Rosario le han buscado un arreglo provisional unos estibadores (que también son puerto), una empresa de frutas y un hotel: parece un remedio surrealista para la gripe, sólo que el miasma seguirá allí cuando cese el imaginativo consorcio.

El Muro cayó en 1989, no me hagan mirarlo en la Wiki, pero su descendencia proliferó: ahora tenemos uno, como el que fue abatido en Nazaret por la piqueta de la comitiva oficial hambrienta de fotos, tenemos un muro, decía, frente a los moros, otro frente a mis cuates y otro más en Hungría o por ahí para que no pasen los refugiados de Siria. Ni siquiera para confinarlos.

Cuando yo tenía quince años escarbaba impunemente en todos los ámbitos del puerto, vagaba por los espigones a placer y calculaba a ojo el peso de los grandes bloques de piedra. Luego se inventaron los controles, las garitas, las acreditaciones y el sello estampado en el culo. Todo eso para concluir que sólo se inspeccionan el dos por ciento de los contenedores (y quizás no sea viable otra cosa).

Los terrenos de Nazaret son cedidos por veinte años. Como el arreglo para Rosario y su hijo que expira en unas semanas. Podrían ser más años pero la Autoridad Portuaria de València (¡Oooooh!) se asegura un futuro de paz por territorios (devolución probable si les absolvemos de todo). O es que soy muy mal pensado. Es mala idea vivir en un trastero: como tender la ropa en el Oceanogràfic o celebrar una rave en el Clínico. Es decir que habría que cumplir la Constitución no sólo en lo que se refiere a la Generalitat (catalana) sino aquella parte que habla del derecho a una vivienda y un trabajo decentes. ¡Bah, arquitectura jurídica naif!

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