Islandia tiene muchos souvenirs curiosos. Podemos comprar imanes y joyas hechas con lava; y frailecillos en un sin fin de objetos, como bien saben mis amadas sobrinas. Incluso hay alguno con referencia a su meteorología y que se repite en otros países oceánicos: si no te gusta el tiempo de Islandia, espera cinco minutos. Efectivamente, es un tiempo muy cambiante, al venir determinado por el paso constante de borrascas. La borrasca prototipo viene acompañada de dos frentes, fruto del contacto entre el aire frío y el cálido. De ahí, la bélica denominación de frentes, originada en la escuela de Bergen, en los años de la Primera Guerra Mundial. El frente cálido lleva por delante aire frío y por detrás aire cálido, y trae lluvias suaves y prolongadas. En los mapas se dibuja con semicírculos, representativos del sol: llega un tiempo soleado asociado al aire cálido. El frente frío, que le sigue, a la inversa, aire cálido por delante y frío por detrás. Sus lluvias son más intensas y breves. Se representa con triángulos, símbolos de los carámbanos, porque detrás llega un frío intenso. Esta sucesión nos traería la primavera, el verano, el otoño y el invierno, que podrían volver a darse, si a la borrasca le sigue otra. En suma, un tiempo muy cambiante. Por eso, me llama la atención sobremanera cuando alguien habla de lo loco que está el tiempo en el ámbito del casi inmutable clima mediterráneo, como mi amigo Javi, compañero de fatigas en Islandia, que ha renegado para siempre de esa expresión. Frente a la eterna presencia de meteoros en aquel ámbito ártico (lluvia, nieve, vientos, nubes,...), desde el 18 de noviembre, con 25 litros, el observatorio de la UJI, solo ha recibido lluvia en 10 días, y de éstos, sólo dos apenas sobrepasaron los 5 litros. Un tiempo muy calmado.