«Encara ho recorde, fou ahir/--embolcallats amb la sentor de tarongina/ vora la nostra mar, ajaguts a la sorra--/que vàrem fer signes d'amor a la nostra terra».

Joan Riera, 1966

N o se sabe qué les divierte tanto. Las naranjas no están para risas. Indigna que los políticos se tomen a broma cosas serias. La naranja es más que una fruta hesperidia. Solivianta que un advenedizo frivolice con las señas de identidad de un pueblo de azada y capazo. No es nuevo que expriman la naranja, de la que ignoran su substancia, para congraciarse con el público elector. Nos miran 336 años de historia (1781-2018).

Naranjitos. Esta vez ha sido Pablo Casado, para dar el pistoletazo de salida en la campaña electoral del PP. Con sus dos cariátides, confirmadas como glamurosas candidatas, a la Generalitat, Isabel Bonig y al Ayuntamiento de València, la recién empadronada María José Catalá. "Naranjito" se llamó al factótum de Unió Valenciana, Vicente González Lizondo, por exhibir una naranja en la tribuna del Congreso de los Diputados. Joan Baldoví, de Compromís, no se resistió a la tentación de denunciar en el parlamento español la crisis de la citricultura con una naranja en la mano. Ni así sacudió las conciencias de sus señorías. El presidente del PP, Pablo Casado, no se ha contentado con manosear el símbolo, sino que ha trajinado con un cajón, humilde contenedor de madera que, uno a uno, reúne los millones de toneladas que se exportan cada año y reportan, junto con limones, tomates, patatas, cebollas, flores, plantas, lechugas y hortalizas, el capítulo más considerable, constante y ascendente—el agroalimentario-- del comercio exterior de la CV, con retornos netos para la economía autonómica.

Atraso. La citricultura, cultivo y comercio, padece crisis endémica de cansancio y desconcierto. La naranja, es el símbolo representativo de la agricultura valenciana. Víctima de sus males endémicos - minifundismo, carestía del cultivo, falta de planificación varietal y tecnificación, dependencia de productos químicos para tratamientos y abonos. La hortofruticultura tradicional es incapaz de competir con multinacionales y grandes inversores. Se ultima el cambio de ciclo donde las extensas superficies de cultivo y la afluencia de grandes capitales, imponen la ventaja de dominar la producción, el comercio y el futuro del sector. La Andalucía latifundista— donde galopa la xenofobia Vox de Santiago Abascal y Ortega Smith-- produce tantos cítricos como el País Valenciano. Si temen a la competencia no hay que apuntar a Sudáfrica sino al sur de España. Mayores plantaciones y cultivo más racional, con gastos menores, agua abundante y procesos mecanizados. Ahí duele.

Calidad. Siempre hay excepciones. Ligadas al instinto de supervivencia, a la iniciativa y a los valores de quienes han visto enfrentarse a la dificultad para superarla. Los naranjeros de finales del XIX y principios del XX, lo tuvieron más difícil y le echaron valor. Ahora también hay quien lo hace. Noticia: la empresa Fruits Nules moderniza almacenes, amplía producción e incrementa ventas. La batalla de las naranjas valencianas nunca ha consistido en inundar los mercados con fruta de cualquier forma. Así lo han entendido algunas firmas exportadoras que no ignoran el mercado interior. Se ha ensayado produciendo y confeccionando mandarinas con marca, calidad y presentación. Y funciona. Joaquín Llusar, de Sagunt, hijo de un exportador legendario, con los hermanos Manel y María Belén Martínez lo han conseguido. Cultivan en Nules y Castelló. Confeccionan en Sagunt. Tienen su sede logística en Mercabarna y suministran a mercados selectos de San Sebastián, Valladolid, Asturias, A Coruña y Bilbao en el norte de España. Se consolidan en los mercados europeos, con fruta de alto nivel para gourmets.

Lobby. En ese empeño tendríamos que ver a los políticos. Las organizaciones agrarias, Unió de Llauradors y AVA- Asaja, lideradas por Carles Peris y Cristóbal Aguado, han de olvidar las subvenciones a la producción o un quimérico seguro de costos, que compensara los gastos excesivos del agricultor. Olvídense. La fórmula eficaz es un cóctel de formación, información, organización, modernización, coordinación, defensa del sector—todos o nadie--, liderazgo y acción de lobby sectorial. Lo que fue y consiguió el genuino Comité de Gestión para la Exportación de Cítricos, fundado en 1972. La única organización de ámbito español con sede en València. La responsabilidad es del sector citrícola, que no aprovechó la eficiencia y la eficacia de esta entidad citrícola respetada en todo el mundo. Primero se desprendieron de las cooperativas. Grave error. Después se creó la interprofesional Intercitrus—comercio, agricultores, cooperativas e industria--, con presidencias rotatorias. Otro fracaso.

Diana. La conselleria de Agricultura, responsable de la viabilidad del sector citrícola, no supo ejercer con autoridad y eficacia la coordinación del sector. Se salvan dos consellers: Luis Font de Mora y Pepe Coll Comín. La única que ha dado en el clavo ha sido la europarlamentaria del PSOE, Inmaculada Rodríguez-Piñero, madrileña con sentido común. Ha señalado que la solución pasa por sistematizar el sector, dotarlo de una organización moderna y eficiente, acción de lobby y pensar en una visión de conjunto. De él dependen 250.000 empleos. Ahora rían.