Si a todos nos sorprendió Iñigo Errejón con su anuncio que se presentará a la Comunidad de Madrid bajo el paraguas de la plataforma de Manuela Carmena, supongo que más a Pablo Iglesias que estaba de permiso de paternidad, y pensaba pasar unos días en casa cuidando a sus hijos. Le pilló descolocado y las primeras reacciones dejaron ver a la plana mayor sin saber qué hacer ni por dónde tirar. Los que le recriminaban no aportaban una salida ni formal ni reglamentaria ni política adecuada, cuando todo el mundo está lanzado al disparadero presentando las listas de candidatos a las municipales o las autonómicas. Los conejos han ido saliendo de la chistera del mago, y a veces se han quemado en un tiempo record, como la campeona Ruth Beitia que ha batido su propia marca.

Se había quedado la formación morada sin cabecera de lista (aunque todo se hubiera podido negociar si había voluntad y margen). La competencia cara al mismo sector de votantes puede resultar fatal para el resultado final y en el peor de los casos no sumarían(en la Comunidad de Madrid la mayoría que detentaban PP y Ciudadanos era de un solo diputado más para suerte de Cristina Cifuentes que negoció aceptando las condiciones del partido de Rivera, que exigió menos en Madrid que en Sevilla a los socialistas andaluces para apoyarles (durante tres años lo ha estado haciendo y los electores le han aprobado con un subidón en las pasadas elecciones con gran efecto y resultado prácticos).

En medio de esa bajamar de confianza (y las encuestas apuntando más bajo que nunca para Podemos) se estaban cociendo varios Decretos-ley, en la Parlamento, con muchas negociaciones a varias bandas. Y como dijo la portavoz podemita, si no se respetaba el acuerdo firmado en Moncloa, respecto a la nueva ley de alquileres, ellos votarían en contra. Y el martes, día festivo en València, se consumó este revolcón al Gobierno (el primero que sufre Pedro Sánchez a manos de sus socios de la moción de censura a Rajoy). Lo que es un aviso y un encontronazo con la realidad de su debilidad parlamentaria. El rompecabezas hay que armarlo cada vez y el tira y afloja lo convierte en una obra de suspense. Aunque el martes pasado estaba ya anunciada esta derrota.

Los de Podemos tenían que marcar terreno cara a sus votantes y más en un tema inmensamente popular (son muchos los que dependen de un alquiler y que están alarmados ante la escalada de precios que se ha desatado y más, de la entrada de fondos de inversión llamados «buitre» en este terreno, en las grandes capitales, Madrid y Barcelona, pero que tira igualmente en otras ciudades, como en la misma València). ¿Se puede limitar en ellas los topes de los alquileres? Dicen que en Francia sí que lo han hecho. ¿Pero quién le pone el cascabel al gato? El Gobierno trata de explicar que legalmente no se puede como su socio les pedía y deben buscar otro camino (se renegociará, pero el tiempo apremia y temo que eso nos llevara las puertas de las elecciones).

Por tanto nos encontramos con dos caídas de los principales partidos de izquierda (y no faltan conflictos en otros, como IU, con la salida de Llamazares en Asturias). Tras los encontronazos de la campaña andaluza y la llegada del tripartito de derecha (con la extrema haciendo del fiel de la balanza) no parecen las mejores noticias y merman sus posibilidades. Se hacen daño entre ellos sin lograr a cambio ninguna ganancia (nada se concreta si no es por ley y en los presupuestos, ¡ay, ese es otro dolor!).